Diario de León
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EL RECIENTE anuncio de Tony Blair de que abandonará el poder en breve (aunque no ha concretado la fecha, no pasará un año sin cambios en el Gobierno del Reino Unido) supone el humillante cierre de una carrera política que comenzó con brillantez y termina en la escombrera. Qué difícil es ya ver en el aún líder de los laboristas (de nombre, que no de facto) al joven Blair que hace una década entraba como un vendaval por la puerta del número 10 de Downing Street con ganas de cambiar el mundo. Blair hizo creer en una nueva forma de política, «la tercera vía», tendiendo simultáneamente la mano izquierda al bienestar social y la derecha al crecimiento empresarial con baja presión fiscal. Acuñó la etiqueta de Nuevo Laborismo y modernizó la social democracia para el siglo XXI. Sus propuestas, muy válidas en la teoría, se acabaron rebelando como neoliberalismo con un toque social. El tercer mandato de Blair fue conseguido en 2005 «a pesar de Blair, no gracias a él», según Gordon Brown, su más que probable sucesor al frente del Laborismo. Si tan sólo unos meses antes hubiera anunciado su renuncia, hubiese dejado a un partido laborista fuerte en manos de otro. Ahora, con total seguridad, se marcha dejando como herencia un final de bochorno y a los conservadores, con David Brown a la cabeza, 14 puntos por encima en las encuestas. No salir a tiempo siempre trae disgustos. Ejemplos hemos tenido en casa. Las cosas han pintado mal para los tres de la Azores. El tercero no se marchará hasta enero del 2009, y eso gracias a que en EE. UU. sólo se permiten dos legislaturas. Y por cierto, ya que estamos: ¿tan difícil sería implantar una ley similar en España que previniera afincamientos y corruptelas?

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