Diario de León

DESDE LA CORTE

Cataluña: entre Guatemala y Guatepeor

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FERNANDO ÓNEGA
León

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CUANDO supe que estaba votando menos que otras veces el llamado cinturón industrial de Barcelona, lo empecé a tener claro: Montilla no iba a ganar. En esos pueblos y ciudades están los suyos: el charnego, el inmigrante y sus hijos, el obrero que, en buena lógica, tiene que votar socialismo. En ellos pensó Zapatero cuando envió a su ministro de Industria a la misión imposible de sustituir el carisma de Maragall. Y le han fallado. Le han fallado los suyos. Sólo el tiempo dirá si se trata del fracaso de un candidato o estamos ante el primer síntoma de deterioro del PSOE. Oiremos interpretaciones en ambos sentidos. Lo único cierto es que Cataluña es uno de sus bastiones electorales. Los pactos dirán si la Generalidad es el primer gobierno que pierden desde que están en el poder. Dicho eso, el importantísimo detalle siguiente, por no decir el primero, es el descenso de participación. Se ha votado más que en el referéndum, pero poco más. Cerca de la mitad del censo ha preferido quedarse en casa. Las explicaciones son las que dábamos en la crónica del sábado: ha sido mucho tiempo de trifulca política para no provocar tedio; no se han visto propuestas que marquen grandes diferencias; y me parece fundamental ese estado de opinión que lleva meses diciendo que las urnas sólo son un trámite para una formación de gobierno que se acordará en pactos posteriores. Pero ojo: cualquiera que sea la disculpa, nace un Parlamento huérfano de apoyo popular. Y la tercera gran incógnita era saber si Cataluña salía de las urnas más nacionalista que había entrado. Y salió levemente más nacionalista, con una sola corrección: la entrada en el Parlamento de esa formación atípica, de corte italiano, nacida para captar votos de cabreo, que se llama Ciutadáns de Catalunya, y cuyo éxito sólo ha servido para fastidiar al Partido Popular y restar alguna asistencia al Partido Socialista. Por lo demás, las urnas de ayer han dejado el panorama exactamente igual que estaba. Tan igual, que la llave que lució Carod-Rovira hace tres años es la misma llave que puede lucir hoy: puede dar la presidencia de la Generalidad a Artur Mas o al Tripartito. Es decir, que Carod, al que no han afectado ni la corona de espinas, ni la entrevista con ETA, ni nada, puede decidir entre Guatemala y Guatepeor. Si mala es la solución del Tripartito, no la mejora la solución de un gobierno puramente nacionalista. Con lo cual, el balance es un poco triste para quien no sea nacionalista catalán: ha votado poca gente, se ha revalidado al Tripartito, se mantiene la importancia objetiva de Esquerra, y se abre la puerta a quien le come terreno al Partido Popular. España ha tenido días mejores. Y creo que Cataluña también.

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