Diario de León

NUBES Y CLAROS

Princesa sin guisante

Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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LA PRINCESA LLORA. Con lágrimas contenidas, como corresponde a su rango. Sufre como una princesa y eso parece consolar a la plebe, que escudriña como bacterias en un microscopio a una familia real a la que en general manifiesta ignorar, pero a la que sigue con fruición. El pueblo quiere una princesa como la mujer del césar, que sobre todo lo parezca, y aquella Letizia fresca que cometió delito de urbanidad real al reclamar que le dejaran terminar de hablar ha escondido a la mujer pujante e independiente que fue bajo una peineta que en contadas ocasiones pronuncia contenidos mensajes a la milicia. Con tono-monótono de princesa. La que suscribe se declara prófuga de las tertulias y devaneos televisivos, y últimamente huye también de las charlas radiofónicas, que la Iglesia tendrá doctores, pero monarquía y asuntos sociales tienen una cohorte de catedráticos que ríase del juicio final. Pero no puede escapar de la frutería, el café o la caña en compañía, así que contra su voluntad ha sido testigo de arduos debates sobre si la princesa ha ganado realeza o su pasado es de todo punto imperdonable. Letizia no es princesa de nacimiento, el pueblo sabe que sería incapaz de notar un guisante al recostarse sobre siete colchones. Tampoco pasó la prueba del pañuelo, cosa que enardece a una población cuyas primeras manifestaciones de libertad democrática se concretaron en forma de teta al aire y braguita baja en la gran pantalla. Sin rango ni virgo, resulta de todo punto inaceptable para buena parte de una sociedad como la leonesa, donde vestir según qué faldumentos durante la Semana Santa y bañarse en según qué piscinas se considera nobleza de sangre. Ahora la princesa está triste. ¡Y cómo demonios queremos que esté la princesa!

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