Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ME CONOZCO a mis clásicos y debo reconocer con toda humildad que entre ellos no figuran los reverendos señores Ripalda y Astete. Cualquiera puede tener vacíos en su modesta cultura. Además, aquellos furibundos catecismos no estaban hechos para siempre. Eran más bien ocasionales y tenían una fecha de caducidad, que si bien era superior a la de los yogures, tampoco puede decirse que hayan aspirado a atravesar las edades. El Papa Juan Pablo II, ahora en justo trance aéreo para ascender a los altares, nos dejó dicho que «el infierno no es un lugar físico», sino algo sin duda más llevadero, consistente en soportar «la lejanía de Dios». No aseguró que el Demonio de los viejos grabados fuera un pobre diablo, sino que no se dedicaba durante toda la eternidad y un día a torturar a los que observaron un mal comportamiento terrestre. El actual Pontífice, Benedicto XVI, discrepa de su ilustre antecesor y sostiene la tradicional tesis de que «el infierno existe y dura siempre». Sería una conclusión precipitada deducir que uno era un bombero y otro es un pirómano, pero los creyentes tienen derecho a que se ponga en sus manos una edición definitiva de la Guía Michelín del Más Allá. También les asiste ese derecho a los 5.000 prelados que hay en el mundo, también conocido como la viña del Señor, entre obispos, arzobispos y cardenales. Quizá no fuera innecesario unificar criterios. Más que nada porque el tema incluye las estancias en el paraíso y en el limbo, dejando a un lado el hospedaje en el Purgatorio, que al parecer es un estado provisional de «purificación». Más allá de estas altas cuestiones, Su Santidad ha condenado la guerra de Irak y el terrorismo, aunque no la pena de muerte. No olvidemos que es un contemporáneo.

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