Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL FANÁTICO islamista, perdón por la redundancia, Djamel Merabet, encarcelado por la «operación Nova», tenía, entre otros proyectos vitales, matar a mucha gente situando un camión bomba frente a la Audiencia Nacional. Ahora ha decidido no comer. Así como los grandes cocineros crean escuela, también tienen discípulos los grandes ayunadores. La diferencia es que unos siguen a Juan Mari Arzak y otros a De Juana, pero también existe otra: mientras los que se alimentan bien ofrecen un aspecto rozagante, los que deciden no comer languidecen y llega un momento en el que da asco verlos. Le pasó a Ghandi, que era un gran hombre y se convirtió en un hombre muy pequeño. Eso de no comer, ni bien ni mal, es una decisión pésima. El ubicuo pelmazo y aguerrido juez Baltasar Garzón, que instruye la causa en la que está incurso el presidiario desganado, ha visto para sentencia el deterioro de su salud y ha autorizado que lo alimenten a la fuerza. Es una verdadera lástima que no esté en manos del inevitable juez ordenar que se alimente forzosamente a los millones de criaturas humanas que no tienen que comer. El fiel ayunador Merabet, que es argelino como Albert Camus, si bien de otra condición, ha perdido 20 kilos desde que inició su sobria dieta. Puede palmar, claro, y convertirse en mártir de su causa, que ya sabemos que para adquirir la cualidad de mártir no se precisan especiales facultades, pero ¿por qué no le va a salir bien su estrategia? Tiene un precedente notable, en el sentido de que su ídolo logró hacerse notar por todos, incluso por sus víctimas. ¿Quién puede alegrarse realmente de que un ser humano muera de hambre? Sólo en el caso de que lo hubiera hecho antes de que matara a los que salían de un restaurante.

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