Diario de León
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León

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Una guerra entre los listos y los tontos Un amigo mío me sorprendió el otro día con una extraña teoría sobre el mundo en que vivimos. «Aquí hace falta -me dijo- una guerra. Una guerra entre los listos y los tontos en la que, por primera vez en la historia, ganásemos los tontos». Mi amigo me miró divertido, observando el desconcierto que crecía por mi cara, y luego me explicó que en este mundo en que vivimos ganan siempre los listos: los que encuentran la triquiñuela para no pagar impuestos, para no dar golpe, para saltarse las leyes, para trepar y ascender en política. Y en cambio, siempre perdemos los que, ingenuos, pagamos y trabajamos religiosamente; los que cumplimos con los horarios y la obligación, los que por no saber usar la coba nos moriremos por chupatintas. Mi amigo me explicaba todo esto mientras gustaba su derrota en la pequeña guerra de los aparcamientos: había colocado su coche como era debido y, tras él, había llegado una docena de listos que hay siempre, que le habían dejado encerrado durante más de una hora, basándose, seguramente, en la vieja filosofía de «el que venga de atrás que arree». Por eso mi amigo bramaba contra este mundo en el que 100 docenas de listos terminaban por imponerse a la buena gente que hace las cosas como debe y se procura de los demás. Tenía buena razón mi amigo: tal vez el mundo no marche bien gracias a esos que, encima, se pavonean de inteligentes, cuando no son ni siquiera listos, sino simplemente listillos, picaruelos cuya conducta no sería especialmente peligrosa si no fuera tan contagiosa: porque el pisado diez veces difícilmente consigue no decidirse el también al pisotón. Estos listos-listillos-caraduras no suelen ser muchos, pero están muy bien distribuidos: difícilmente hay fábrica, empresa, oficina o comunidad en que no aparezca alguno. Está, por ejemplo, el escurrehombros. En qué grupo de trabajadores no aparece ese fresco profesional que tiene siempre razones para cargar su parte de trabajo sobre los demás. Se le muere una tía cada mes, operan a un hijo suyo cada tres, siempre tiene razones para escaquearse de sus obligaciones, para escabullirse a la hora de los trabajos duros, para prolongar indefinidamente sus gripes y sus bocadillos. Sabe que, aunque él no haga su trabajo, alguien lo hará, y hasta se ríe, presumie ndo, de lo burros de carga que apecharán con lo suyo. Está el tío listo que siempre encuentra la manera de esquivar impuestos, los pagos y las contribuciones. En lugar de trabajar para pagar sus deudas, dedica su tiempo en encontrar las triquiñuelas legales para darles esquinazo. Está el cobista profesional, que siempre tiene la misma sonrisa camelística en su punto; el que siempre sabe a qué hora subirá o bajará el jefe en el ascensor, el que sabe cruzarse en el pasillo en el momento exac to. Anatolio Calle Juárez (Navatejera) Omaña, todavía el tercer mundo Acabo de terminar mis vacaciones en el pueblo de Los Bayos de Omaña (Murias de Paredes). La única cadena de televisión que se ve es Antena 3. No hay cobertura para móviles de ninguna de las tres licencias. Los puentes arrasados por la riada de octubre del 2006 están sin hacer y en el caso de Vivero ni siquiera entra el camión de la basura. La Diputación Provincial tiene que tomar medidas con urgencia y ayudar a la señora alcaldesa del Ayuntamiento. La gente joven no quiere estar en sitios que no hay televisión, ni móvil, ni radio y los pocos que sí queremos ir nos parece increíble que esto ocurra en el siglo XXI. Muchas gracias. José García Almarza (Murias de Paredes). Nicolás (En el debate de diariodeleon.es).

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