La videoteca nacional

EN ESTE país, parece que los días pares toca cambiar de régimen (político, claro), y los impares alguna diversión. O viceversa. Quiero decir que, en la crónica política, un día toca tragedia y al otro cachondeo nacional. Hoy estamos en el día bueno. Hay una mínima y ruidosa parte de la ciudadanía republicana que sigue haciendo fallas con la imagen del Rey, pero la ocupación de los líderes de opinión y las preguntas al presidente del gobierno se centraron en el vídeo de las Juventudes Socialistas. Eso, por la mañana. Por la tarde, ya había otra creación, esta vez en forma de anuncio publicitario del Metro de Madrid. En medio de la crispación política, se ha puesto a funcionar la videoteca nacional. Lo del Metro va a ser histórico. Es el nuevo lío de Esperanza Aguirre, mucho peor que las declaraciones de Ruiz Gallardón. Resulta que a los autores se les ocurrió vestir con los colores del Atlético de Madrid a un joven que coge el coche, fuma de forma compulsiva, contamina, se pone histérico y estropea el tráfico. En cambio, otro aficionado que va al estadio del Real Madrid viaja cómodo, tranquilo, leyendo una revista y sin contaminar en el transporte público. Aunque sólo sea por salvar su imagen, Esperanza Aguirre tiene que expulsar de su Comunidad a todo el que haya tenido que ver con tan estratégica torpeza. Lo de las Juventudes Socialistas es el mayor éxito que ha conseguido una producción española. Estuvo en casi todas las páginas web. Lo han reproducido todos los telediarios y espacios de actualidad de las tropecientas televisiones que emiten en España. Se ha discutido en todas las tertulias. Y todo, porque los cachorros del PSOE intentan poner en ridículo a un supuesto jovenzuelo pijo de derechas. No es más que una caricatura. De gusto discutible, por cierto. Y con un discutible perfil de los protagonistas: la chica progre podría ser de la Sección Femenina, y el pijo de derechas no tiene más aspecto conservador que Rodríguez Zapatero. ¡Ah!, pero lo ha bendecido el señor presidente del gobierno. Ha dicho que es «simpático». Ya está revestido, por tanto, de autoridad oficial. Ya es un acontecimiento político. Abre las compuertas de la riada de puyazos ante una campaña electoral que ignoro si tendrá ideas, pero nos va a inundar de vídeos. Un vídeo, por tonto que sea, tiene más penetración que el mejor discurso del líder. Es visto millones de veces más que la mejor pancarta, la mejor valla y el mejor cartel. Sale mucho más barato. Se recuerda más, como lo demuestra el hecho de que todavía no hemos olvidado el famoso dóberman. Y, encima, las tel evisiones lo emiten gratis. Ha llegado el momento de gritar: ¡abajo las ideas! ¡Arriba la videoteca nacional!