Diario de León
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

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LO ESCRIBÍA hace unos días en estas mismas páginas Fernando Ónega, que tiene la desgraciada costumbre, para los tiempos que corren, de escribir al dictado de sí mismo: «ahora, nadie habla de pobres, como si fuera de mal gusto». En este país, efectivamente, hemos decidido por decreto que no hay pobres o, en caso de existir, no sacarlos, no mencionarlos, ignorarlos, que es un estupendo método para que podamos mantener la conciencia en unos apropiados niveles de cinismo como para ir tirando. Somos una gran potencia mundial, nuestro PIB supera ya al italiano, nuestros bancos dan beneficios y están a salvo de los constipados financieros internacionales (aunque todos sospechemos que toman antibióticos a escondidas) y como es Navidad nos lanzamos a la calle exhibiendo la visa con tronío bajo las bonitas lucecitas de Navidad que desafían con chulería a Kioto y Bali. «Somos la octava potencia del mundo, y en la octava potencia del mundo no puede haber menesterosos», subraya Ónega. Pero como siempre hay aguafiestas, va el INE y nos dice en su «Encuesta de Condiciones de Vida» que el 20 por ciento de la población vive con poco más de seis mil euros anuales, que es, según la bendita estadística, la cifra que sitúa a unos nueve millones de ciudadanos españoles «por debajo del umbral de la pobreza». Vamos, pasándolas canutas. En Ponferrada, para no ir más lejos, nos dice Cáritas que alrededor de 12.000 personas, la mitad de ellos extranjeros, viven en una situación económica precaria, lo que sitúa a la capital berciana en una lamentablemente honrosa media nacional de pobres. Y lo peor es que ese porcentaje, ese uno de cada cinco ciudadanos, parece no rebajarse desde hace años. Pero estarán de acuerdo conmigo en que hablar de estas cosas en Navidad realmente es de muy mal gusto.

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