Diario de León

CONTRACORRIENTE

Hamilton en el Alto del Portillo

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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VISTA la cantidad de infractores que abundan por aquí, habrá que pensar que la célebre pifia de Hamilton, como sostenía la prensa, no acaeció en tierras galas, sino en alguna carretera comarcal de nuestro simpar León. Yo no sé ustedes, pero a mí siempre me ha parecido que los leoneses conducimos razonablemente mal. Es una opinión subjetiva, claro, a lo mejor ocurre lo mismo en Huelva, pero el tiempo ha venido a respaldar esa percepción, y no lo digo sólo por los dos mil botarates sorprendidos el año pasado sin seguro -cifra a la que hay que agregar los que pasaron desapercibidos-, sino por otras estadísticas que, como mínimo, son igual de vidriosas: a lo que parece, solemos liderar el índice de multas regional y cuando implantaron el carné por puntos, fuimos de los pocos que no bajamos la ratio de infracciones. No he conocido tráfico más venusiano que el de Nápoles, pero allí, en medio del caos, por un milagro del neorrealismo, la circulación es asombrosamente fluida. Aquí, en menos que canta un gallo, se montan unos colapsos formidables. Claro que algo tendrá que ver, por ejemplo, que en esta ciudad nadie dé los intermitentes -para qué, meditarán algunos, si la propia palabra, intermitente, te invita a darlo un día no y otro tampoco- o que, décadas después de ser establecido, algunos todavía no hayan asimilado el sentido exacto de las rotondas. Estas cosas, se vean o no superficiales, dicen mucho de nuestro carácter. Por extraño que resulte, pensar en los demás cuando conduces es un vestigio de civilidad, una virtud que no está precisamente de moda. No soltar bocinazos a las siete de la mañana, ser paciente con los que aparcan, o cruzar cuando debes (sobre todo, si eres cojo o septuagenario), no son muestras de refinamiento trasnochado. Y por inaudito que parezca, detenerse en los pasos de cebra -atravesarlos es toda una temeridad en León- no está asociado a ningún retraso cognitivo. Ni siquiera con la pérdida de virilidad. A ver si, con un poco de suerte, nos ponen una red de tranvías.

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