Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SE DICE que triunfar, lo que se llama triunfar, consiste en tener el suficiente dinero para hacer frente a todos los compromisos y obligaciones que nunca se tendrían en caso de no haber triunfado. También debe de ser aproximadamente lo mismo en las victorias electorales. Un cierto número de ciudadanos, dueños de una gran memoria y de una carpeta no menos grande, empiezan a recordarle a los triunfadores todas las promesas que hicieron para conseguir el triunfo. Dijo Quevedo que miraba a las promesas como a espías, pero nosotros las miramos como a ofertas de los grandes almacenes. Aunque nos las creamos a media exigimos su entero cumplimiento. En peor trance se ven los derrotados, aunque estén liberados de tener que realizarlas. Su ventaja es sólo comparable a la de los niños de los orfelinatos, que no tienen que hacer regalos en el llamado Día del Padre. Al partido perdedor nadie va a pedirle cuentas, más que nada porque no son las que las llevan. En cambio, al ganador van a lloverle los acreedores morales. La cosa ha empezado por agobiar a Solbes, que va a acabar entornando el otro ojo para no ver a sus reclamantes. Sus primeras ocupaciones equilibristas van a ser repartir los 400 euros prometidos y arbitrar el procedimiento para hacer desaparecer el coste que supone alargar las hipotecas. Los ciudadanos curtidos en democracia no ignoran que los ofrecimientos que se hacen durante la campaña electoral caducan como los yogures cuando pasan las elecciones. Debemos ser comprensivos, ya que siempre ha sido así. ¿Por qué poner en un aprieto a quienes están festejando su legítima jornada aritmética? El petróleo en EE.UU. ha subido a 107,9 dólares el barril. Como para repartir está la cosa. Todos a la cola. ¿Quién da la vez?

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