Diario de León

CONTRACORRIENTE

El León más rancio

Publicado por
MIGUEL PAZ CABANAS
León

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YA HE comentado en alguna ocasión que este León nuestro parece tener dos caras, como el Dios Jano, y que junto a una urbe burguesa, conservadora y poco dada a los perfumes innovadores, te encuentras a veces con escenarios impensables, de lo más emergente y contracultural, propios de las ciudades más dinámicas y vanguardistas de Europa. No es que cundan por doquier, pero tampoco hay que andar buscándolos con la linterna de Diógenes. Lamentablemente, esta vez tenemos que hablar de la cara oculta de la luna, es decir, de la parte más tétrica de nuestra casa, que no sé si abunda, pero desde luego se hace notar con el mismo ímpetu que las fanfarrias castrenses. Me refiero -tal como recoge en una crónica bastante elocuente nuestra compañera Ana Gaitero- a la protesta vecinal que ha obligado a borrar los grafitis creados en el muro de la Calle Bilbao, próxima a Feve, con motivo de una iniciativa promovida por la Concejalía de Bienestar Social bajo el slogan «El 8 de marzo pinta mucho». Resulta que a ciertos miembros de la comunidad les ha parecido impropio, subversivo o iconoclasta ver un muro lleno de grafitis a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, como si las tapias, en realidad, estuvieran para otras cosas, llenarlas de balazos a lo mejor, o para colocar alambradas puntiagudas y espinosas en el borde. Fíjense, el de Berlín tuvo esa pinta durante casi tres décadas y antes de demolerlo la gente lo llenó de grafitis, y hasta un tramo del mismo, bien pintarrajeado, se alza simbólicamente frente al mismísimo Parlamento Europeo. No entraré a valorar el carácter artístico de los grafitis, que han sido incorporados incluso a las salas de La Tate, pero de verdad que estas actitudes reaccionarias y populares de mesa-camilla le hacen pensar a uno en la intolerancia más casposa, o por ponernos menos trascendentes, en una ciudad de modistillas mojigatas e hidalgos polvorientos: uno de esos lugares donde se cotejan los visones con miradas aviesas a la salida de misa. No sé, a lo mejor los vecinos hubiesen preferido un mural con fotos de Massiel cuando ganó con el La-la-lá en Eurovisión, o un dibujo sangriento de la cornada de Paquirri en Pozoblanco, pero que yo sepa, de lo que no se han quejado es de esas placas que en honor a Primo de Rivera (eso sí, llenas de orín y excrementos de paloma: a veces, la Naturaleza es de una justicia poética), se ven en ciertas fachadas de nuestra ciudad. Aunque, ya se sabe, las prioridades van por barrios. Lo que queda claro -u oscuro, según se mire- es que en esta ciudad hay que tener mucho cuidado con lo que se hace en la calle, sobre todo si lleva el sello de la expresión artística alternativa. Eso sí, las siniestras tamborradas semanasanteras son intocables (y las menciono porque, curiosamente, algunas cofradías no admiten mujeres en su seno) y qué vamos a decir de esos desfiles con banda y cornetín a los que nos tienen acostumbrados ciertos próceres. En fin, alguno me dirá -ya lo estoy viendo con bigotillo y monóculo, llamando al Diario- que si esto no me gusta me vaya, pero algo había que contar sobre estas cosas que nos suceden aquí. Porque si no, amigos míos, acabaremos pensando como ellos.

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