Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SI ALGUIEN hubiera tenido la pecadora paciencia de recopilar todas las majaderías que han venido diciendo los sucesivos y ex importantes señores ministros, tendríamos un volumen como el Libro Gordo de Petete. Lo que ocurre es que las gilipolleces varoniles se airean en menor escala y caducan antes. En cambio la pamplina proferida por la ministra de Igualdad, al hablar de «miembras», está dando un juego excesivo. Doña Bibiana Aído ha reconocido que fue «un lapsus total», como si hubiera lapsus parciales, pero no hay piedad para ella. Inventar una palabra que haga falta hasta el punto de que la eche de menos el diccionario, no es tarea fácil. Mi inolvidable Coll fue un minero del lenguaje, si bien sus excavaciones estaban determinadas por el humor. Pablo Neruda me dijo que siempre se había negado a llamarle madrastra a la segunda esposa de su padre, que era una mujer buenísima, y para ella ideó la palabra «mamadre». Antes había inventado el vocablo «otoñabundo», para aproximarnos al estado de ánimo del que recorre, solitario, un parque lleno de hojas caídas. También César Vallejo dijo eso de «pobre de mí, infraganti de mí». Pero estoy hablando de poetas eternos, no de eventuales funcionarios. Vamos a dejar tranquila a la que propuso lo de «miembras». La reacción suscitada sólo demuestra que aún falta mucho para que se cumpla la aspiración de Simone de Beauvoir de que una mujer tonta pueda ocupar, sin escándalo de nadie, el puesto que desempeña un hombre tonto. Aunque sé que la galantería no sólo no se lleva, sino que es reprobada por el feminismo activo, quiero defender a la señora ministra de Igualdad. España y yo somos así, señora Aído.

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