Diario de León
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León

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ES CURIOSO que la emisión por la tele de un suicidio asistido esté suscitando más polémica que la eutanasia. Grabar la muerte de un ser humano, tan mortal como todos, nos impresiona más que el hecho de tener que abandonar la vida, que es una realidad, pero hasta ahora no había sido un

«Te quiero mucho». Esas fueron las últimas palabras que oyó el atormentado ex profesor universitario de 59 años Craig Ewert, antes de abandonar sus insufribles y humillantes padecimientos. El problema de la elección de la manera de despedirse está rodeado de interferencias y de hipocresías. Gentes oficialmente piadosas estiman preferible que alguien siga sufriendo, sin la menor esperanza, hasta su inevitable extinción y aconsejan el martirio. Reprueban que se ejerza esa disponibilidad última que consiste en escoger el adiós. «Así como necesitamos a alguien que nos ayude a nacer, precisamos a alguien que nos ayude a morir», dijo Arthur Koestler, que predicó con el ejemplo. Nadie ignora que es algo de difícil legislación. No es lo mismo cargarse al abuelito, que tose mucho porque no deja de fumar y tiene la cabeza perdida, que permitir que alguien acelere los trámites si sufre dolores horribles y lo pide a gritos, con la escasa voz que la queda, cuando no tiene salvación posible. Creo que la aceptación social de la eutanasia, que ya está siendo anterior a su aceptación oficial, tiene los años contados. Incluso en las naciones donde más lentamente transcurre el tiempo y más duran los hechiceros de varia índole que mantienen hilo directo con el Creador. El documental

emitido por el canal Sky Real Lives, puede hacernos meditar y comprender. Permanezcamos atentos a la pantalla.

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