Diario de León
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EL PERSONAL estaba reponiéndose de los excesos verbales del «primario» Tardá -”Bono dixit-”, cuando en esto llegó don Manuel Fraga Iribarne para decirla aún más gorda. Sí el primero gritaba ¡Muerte al Borbón¡, el segundo no le iba a la zaga diciendo que para saber el peso real de los nacionalistas, «habría que colgarlos». Los extremos se tocan. España siempre será diferente. Aquí nunca faltarán sectarios, intemperantes incapaces de respetar a quienes no piensan como ellos. Los hay en todos lo niveles y de todos los colores. En el Congreso de los Diputados y también en los ayuntamientos.

Incluso al frente de todos los consistorios, como es el caso de Pedro Castro, el de «los tontos de los cojones que votan a la derecha», el que todavía no ha presentado la dimisión tras haber insultado a media España que es de derechas y no le vota a él que se dice socialista. Es verdad que ha pedido disculpas, pero, en política, los errores se pagan en términos políticos; no es bastante con abrir el libro de urbanidad y buena educación. Algunos de nuestros próceres parece que aún no se han enterado de la componente didáctica que tiene la función pública.

Si un diputado (Joan Tardá), un senador (Manuel Fraga), un alcalde (Castro), hablan como los arrieros de antaño, ¿qué esperamos escuchar, después, por la calle? Si las tribunas públicas dan cobijo al exabrupto, al lenguaje soez, si desde ellas se siembra la falta de respeto al adversario, ¿qué podemos esperar del resto de los ciudadanos? Todavía estamos esperando que Carod Rovira llame la atención a Tardá y Zapatero hago lo propio respecto al alcalde Castro, regidor de Getafe. Tampoco se espera que Mariano Rajoy llame a capítulo al veterano Manuel Fraga. Si siguen así, vamos por muy mal camino.

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