Una jornada histórica

UNA JORNADA histórica. La palabra, tantas veces mal utilizada, recobró ayer toda su fuerza. Sobre la misma Biblia que en 1861 utilizó Abraham Lincoln y que su esposa, Michelle Obama, quien contemplaba emocionada el momento, el nuevo presidente juró su cargo: «Juro solemnemente -dice exactametne la fórmula del juramento- desempeñar con toda fidelidad el cargo de presidente de los Estados Unidos y hasta el límite de mi capacidad, preservar y proteger la Constitución de los Estados Unidos». Nadie debería perder de vista este compromiso ligado, primero y sobre todo, a su pueblo, al pueblo estadounidense. A él y a sus intereses se debe de manera prioritaria aunque resulta evidente que lo que ocurre en el país más podereso de la Tierra nos concierne a todos. Si su habilidad para la gestión se demuestra similar a la capacidad de persuasión que ayer desplegó Obama ante un inmenso auditorio, podremos decir que con él el cambio, de verdad, ha llegado.