Promesas de temporada

SER BIEN acogido en cualquier cargo depende mucho del antecesor. Cualquiera que hubiese sucedido a Bush tendría buena prensa y buena literatura, ya que crearía buenas esperanzas. Obama, el primer negro que ocupa la Casa Blanca, nos ha caído desmesuradamente simpático a todos. Tiene pinta de campeón de los supermedios y sonríe muy bien, como todos los que tienen unos dientes de dos números más. Lo primero que ha ofrecido es ocuparse del trabajo social: «no podemos permitirnos que haya ni una mano ociosa». No pueden decir lo mismo los líderes europeos, ya que todos se han llevado las manos a la cabeza, asustados por lo que nos espera.

Quizá entre las promesas de la temporada de invierno la más llamativa sea la que ha hecho el director general de Tráfico, don Pere Navarro, que pese a anunciar un próximo repunte en el número de víctimas en las carreteras, ha asegurado que en el 2025 no habrá muertos por tráfico. ¡Cuán largo nos lo fía! Tendrán que pasar quince años hasta que podamos fiarnos de las curvas peligrosas, los puntos negros y los pasos a nivel. Claro que el hombre no ha precisado si su pronóstico se basa en la disminución de las ventas de automóviles. No se adquieren vehículos y los choques entre peatones no suelen tener consecuencias mortales. La más desagradable de las promesas la ha hecho un grupo palestino. Desea decapitar a la célebre cantante y melodiosa gimnasta Madonna, por haber mostrado su simpatía hacia Israel. A pesar de su elástica madurez, Madonna tiene otros trozos de su organismo más valiosos que su cabeza. ¿Por qué quieren precisamente separarla de ella? Podría seguir actuando y llenando locales.