Diario de León

EL AULLIDO | LUIS ARTIGUE

Se vende empanada mental

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LUIS ARTIGUE
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«¡MAMA, QUE VIENE Obama!», se titula el último trabajo discográfico con el que el cantante o cantamañanas George W. Bush se despide de los escenarios. Deja como legado una guerra en marcha, otra en ciernes y una herencia económica digna de una adicta a las compras que se va a las rebajas con la billetera del consorte. Bush se marcha y, lo creamos o no, ninguno de nosotros nos quedamos completamente vivos. Pero en su lugar viene una incógnita, alguien en quien están depositadas tantas y tan bellas esperanzas que parece imposible que supere tal listón, y por eso se diría que, como las musas de una noche, está llamado a defraudarnos. En fin, por si es cierto que nuestro recuerdo es una sucesión de fotografías húmedas, de momento quedémonos con la instantánea porque es verdaderamente histórica: un ángel negro vestido con sobrio traje de Armani; una familia negra como una pintada en la Casa Blanca; un toque de contraste para la política...

Sí, se trata del primer presidente nieto de África e hijo del jazz para orgullo de Harlem que viene cual contradicción andante y parlante para hacer las delicias de los progres del mundo -”ciertamente cada vez está más claro que un «progre», no lo olvidemos, no es más que el cincuenta por ciento de un progresista-”. ¡Qué curioso!, creen que porque es casi negro y está educado inicialmente en Indonesia con los valores del Islam acabará con los señores de la guerra y con la crisis... Siempre los mesías proceden de otro mundo-¦ Ojalá.

Pero el caso es que uno escucha a Barak Hussein Obama en su discurso de toma de posesión y sospecha de su exceso de entusiasmo, pues parece alguien que en su segunda entrevista de trabajo le ofrecen el empleo mejor pagado del mundo-¦ Puede empezar mañana-¦ Puedo empezar hoy... Y la buena suerte se va a dormir bien contenta.

Uff, el caso es que ha empezado la cuenta atrás hasta que sepamos si Obama es negro como el nuevo apóstol del multiculturalismo, o negro como el túnel del terror; si es un salvador o una extravagancia de la historia. Oh, Obama como un personaje de Don de Lillo, como algo más imaginado que real, viene a ocupar la Casa Blanca y ésa es la mejor venganza que los derrotados y vilipendiados del mundo podían propinarle a Bush-¦ ¡Un presidente negro en cuyas raíces se aúnan África, la esclavitud y el Islám! No sé, a lo mejor si existe, después de todo, la justicia poética.

Ya sabemos que en la Casa Blanca los demonios son los únicos que no están de paso, pero concentrémonos en el presente, y el presente es el discurso de Obama leído con mucho swing como las canciones de Louis Armstrong. El jazz triunfalista de los discursos de Obama no es el mundo al revés aunque lo parezca, sino más bien es el mundo de otra forma pero ahora sólo falta ver cuánto de realidad hay en sus metáforas, y en que medida en la Universidad de Nueva York y en la de Georgetown blanquearon a ese negro: la ventana de la creación de un político es el tiempo que va desde su idealista deseo de cambiar las cosas, hasta el definitivo desarrollo de una sonrisa aparente, brillante, sarcástica, imantada que nos hace comprender sin palabras que el mal es necesario y se parece al bien como la Cocacola a la Pepsi.

De momento creamos en Obama; dejémonos llevar como un elefante por una pista de hielo. Digámonos que un presidente negro en la Casa Blanca es algo exótico y digno de ser vivido; algo como dormirse en tu propia cama y despertarse de pronto en una ciudad a la que no recuerdas haber llegado. Nada es demasiado grave si todavía la gente puede seguir dejando que la televisión cuide de sus hijos. Al día siguiente del 11-S lo escribió Paul Auster, y repetirlo ahora queda que ni pintado: «Así comienza por fin el siglo XXI».

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