Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER | VICTORIANO CRÉMER

Personal e intransferible

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VICTORIANO CRÉMER
León

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YO PENSABA en que a la hora de elegir de entre los acontecimientos que suceden en la rúa, el que con mayor tesón se impusiera debiera ser y acaso lo sea, el de esos muchachos de 13 y 15 años y unas hierbas que se dedican, al parecer, a hacer hijos para sacarlos en subasta después para su explotación televisiva o para su venta.

La madre de la tiernísima criatura a sus quince años, ya conoce lo que vale un niño y también un peine y así que le aseguraron que el niño que le habían traído las cigüeñas desde París, valía un pastón, se lo comunicó al padre de la criatura que andaba casi a gatas con sus trece añitos. Los tiernos infantes y los hábiles asesores de que disponen cerraron el trato y establecieron un contrato que les elevará los tiernos muchachos a la categoría de padres y muy señores suyos.

Y o pensaba que más sensación que este parto no cabía, cuando se me perdieron las gafas con las cuales casi me permitía ver crecer la hierba y por supuesto ganarme el pan.

Y aquí en mi caso no vale aquello de con pan y sin pan resistid y mirar por dónde pisáis, porque sin gafas no veo un burro a tres pasos y menos la letra de mi amada máquina de escribir la distancia justa para distinguir la letra de contar cuentos de la de contar euros.

Cuando más contento me sentía ante las palabras siempre animosas del presidente del Gobierno, en un mal quiebro se me debieron de caer las gafas y aquí estoy, ante ustedes a los cuales considero solidarios y amigos de hacer favores, como a la bella de Calatayud, y no me queda otro remedio, aparte el de adquirir mediante el pago otras gafas de la misma densidad y claridad de visionamiento, que pedir, con la mano extendida y la mirada entristecida que aquel feliz ciudadano que haya podido encontrar mis gafas, se sirva enviármelas porque sin ellas soy más bien hombre al agua.

Y además supongo porque las tales gafas además de instrumentos de trabajo, están graduadas por un técnico oficial y no admiten mirones con mirada larga y saneada.

Ya sé que dada la crisis que estamos soportando, el que un señor de mirada gastada solicite que por el amor de sus santos preferidos me devuelva los espejuelos, que diría Quevedo, es un alarde de valentía, pero, señor o señora que habéis dado con mis gafas, devolvédmelas o me tendrán pegado a cualquier esquina como los antiguos ciegos que recorrían las Ciudades contando las desventuras de la parte proporcional de la población que necesitaba y necesita ser socorrida.

¡Devuélvame mis gafas, porque sin ellas no puedo trabajar ni vivir! Comprendo que tal como está la economía, con Obama y sin él, no es normal encontrar ciudadanos que se ablanden ante mis rogativas, pero pienso que en España, pese a sus muchas contradicciones aún es un país vivible y no dudo ni un solo instante que su enormísimo corazón, se conmoverá ante tan tremenda pérdida y sin parar mientes en lo que se perdió en Cuba, me devuelve este medio de trabajo.

Es favor que no dudo alcanzar de su bondadoso espíritu solidario, antes de ser nueva víctima del paro obrero. ¡Gracias!

José Bergamín, repetía: «Pasar y suceder son cosa distinta... En España donde no suele pasar nada, sucede de todo»... Como por ejemplo que aparezcan mis gafas. Amén.

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