Diario de León
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luis artigue
León

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El aullido

L eo en este periódico que la tradición leonesa de contar histo rias llamada Filandón opta a ser declarada Patrimonio de la Unesco. E inmediatamente viene a la mente una cita del sabio de Ardón don Sabino Ordás: «Que buen destino de escritor el de quedar para el futuro como una de es as voces anónimas que cuenta entre sus vecinos... La gloria del Nobel contrastada con la fascinación de las humildes voces». Sin duda León es tierra de cuentos, de historias que se narran a la luz de la luna o a la orilla del fuego, alrededor de una vela o una botella de vino.

Crecer en un pueblo de León resulta parecido a iniciar la vida entre escritores que no escriben, imbuirse de una literatura oral tan cotidiana que suele darse por sentada. Se llaman veladas esas sesiones de narrativa espontánea en torno a una vela. Se denominan filandones esos momentos en que mujeres como mi abuela Margarita fabúlan mientras están hilando, mientras tejen los sueños.

La imaginación leonesa fluye de forma sencilla, pero está llena de audacia y, sobre todo, encierra mucha verdad. Tiene algo de originaria, de primigenia, y se encuentra sin saberlo en contacto con el mito. Los estudiosos -por ejemplo recientemente se ha leído en la Universidad de Chicago una tesis doctoral sobre la oralidad en la obra del gran Antonio Pereira, Luis Mateo Díez y José María Merino- suelen conectar esta expresión colectiva con otras como la hindú del Mahabharata, la oriental de Las Mil y Una noches y principalmente la celta, que al igual que la leonesa no está compilada en un solo libro sino en la memoria colectiva del pueblo. Sin embargo a mí me da la impresión de que la imaginería leonesa, tradicionalista y aferrada al terruño porque lo oral es local por naturaleza, tiene aún más que ver con la picaresca jacobea y las recopilaciones medievales de cuentos engarzados del Conde Lucanor, el Arcipreste de Hita y otros.

Parece lógico que de este caldo de cultivo hayan despuntado varios escritores actuales, los cuales han incorporado la erudición al acervo fabulador leonés con el que han crecido: este sesgo está en su literatura y en su forma de ser y estar en el mundo. No es extraño tampoco que estos escritores, además, se aferren a un género que no goza de público amplio: el cuento literario. A pesar de todo, en un ejercicio de coherencia o porque se lo pide el cuerpo y el alma, ellos siguen escribiendo cuentos que hablan elocuentemente de su origen leonés, y del Filandón.

No se entenderían los cuentos actuales de los escritores leoneses, algunas de sus novelas, y mucho de nuestras vidas sin la antigua tradición del Filandón, que es el cuento hecho intensidad y misterio, apunte o esbozo pero también reflexión, «símbolo de una manera de ver la vida o de una inquietante forma de entender la muerte», por decirlo con palabras de don Sabino Ordás. Por eso les recuerdo que se está orquestando una campaña de votación pública -pueden votar por internet e incluso mandando un sms mediante su teléfono móvil- para que, entre todos, logremos que nuestra legendaria tradición del Fi landón sea Patrimonio de la Unesco-¦ ¡No dejen de votar!

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