Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Estoy dedicándole el verano a Humphrey Bogart. Entre sus películas que no había visto hay una cuya belleza trágica impacta como un disparo: En un lugar solitario . Dirigida en 1951 por Nicholas Ray, el actor interpreta al torturado guionista Dix Steele, habitado por demonios que sólo el amor puede exorcizar, pero antes tendría que permitirle el acceso, y ha olvidado la contraseña. -œNací el día que me besaste, morí cuando me dejaste, he vivido las semanas que me has amado-, es la declaración que recorre la película, como sollozos. Una obra maestra que he podido -œrecuperar- gracias a la filmoteca de la Biblioteca Pública de León. Qué felicidad saber que hay miles de películas del pasado que aún nos quedan por descubrir, grandes libros clásicos que aún no hemos leído, hermosas canciones todavía por escuchar. En un lugar solitario ofrece hoy, ante la diaria tragedia del maltrato contra las mujeres, una lección sobrecogedora. Quienes se dedican a esta asistencia social no deben dejar de verla.

Ese lugar solitario que el protagonista lleva consigo se convierte en una genial metáfora múltiple. No voy a entonar el blues de antes se hacía mejor cine, pues sería injusto, pero parece indudable que ciertas obras maestras sobre el corazón humano sólo pueden ser contadas a partir de cierta edad, cuando ya se ha llorado y reído en muchos idiomas. Bogart hace una bella interpretación de madurez, una revisión crítica de sus personajes duros, mostrados desde el otro lado del callejón, como la reciente propuesta de Clint Eastwood en Gran Torino . Hay películas en las que intuyes que sólo pueden haber sido realizadas desde las brumas de lo autobiográfico, por identificación o por rechazo, tras regresar de lugares que no vienen en los mapas, pues se llevan dentro.

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