Diario de León

la opinión del lector

Adiós, amigo

Publicado por
Joaquín Tomás Fortunati Cendrero
León

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Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Así empiezan unas sevillanas que cantamos por aquí a la gente de bien en su despedida. Fray. Carlos se va, nos quedamos sin cardenal, pero el vacío que nos deja será muy difícil de llenar en mucho tiempo. Me acuerdo perfectamente la primera vez que conocí en persona a este gran hombre. Fue en la Ciudad de San Juan de Dios de Alcalá de Guadaíra, cuando los niños y niñas de mi colegio, Concepción Vázquez, pasaban con los de este centro una jornada de convivencia inolvidable, jornadas que desgraciadamente no se han vuelto a repetir. Allí llegó con su sencillez en un Seat 131 Supermirafiori negro y le saludé de la misma manera que se saluda a una persona normal y corriente. A los cinco minutos estaba hablando con él como si nos conociéramos de toda la vida. Así de sencillo y de grande es este cardenal que se nos marcha de Sevilla. Llegó a esta ciudad en el año 1982, procedente de Tánger, y esta fecha no se me olvidará jamás, pues fue el año de mi boda y de los mundiales de fútbol en España, Sevilla era sede de este acontecimiento y la ciudad estaba un tanto revuelta, pues de todos es sabido la pasión que genera este deporte en todo el mundo. Su venida se acogió con un poco de recelo por parte de algunos sectores, sobre todo cofrades, puesto que de todos era sabido que venía un arzobispo franciscano y no se sabía cómo iba a encajar un franciscano, de costumbres austeras, humildes y severas con el boato, grandiosidad y hasta el folclore con que se celebra en esta tierra la Semana Santa. La verdad es que desde el primer momento, supo adaptarse a esta ciudad, a sus costumbres y tradiciones, y ganarse al pueblo llano, echando por tierra la fama de carácter frío y seco de los castellanos, ya que es de la localidad vallisoletana de Medina de Rioseco. Un detalle importante es que las cofradías, al salir de la Catedral giraban sus pasos hacia el Palacio Arzobispal, ya que en su balcón principal se encontraba el arzobispo. Pues desde que llegó, se acabó esta tradición, porque resulta que en el balcón principal de este palacio ya no había nadie. Fray Carlos se mezclaba con el pueblo llano para ver las cofradías o lo que era mejor participaba directamente en ellas formando parte del cortejo, delante de muchos de sus pasos. Desde entonces han pasado 27 años y entre sus logros están la construcción del nuevo Seminario y la nueva residencia sacerdotal. Y acontecimientos como las dos visitas de Su Santidad a Sevilla, y la beatificación y posterior santificación de Santa Ángela de la Cruz. Ahora ha llegado el momento de marcharse y la ciudad de Sevilla le rindió un grandioso y emotivo homenaje en el templo de todos los sevillanos: la Catedral, que seguro no olvidará jamás. De todas formas, me quedo con las palabras con que se despidió del pueblo sevillano y de la prensa en general: «Me gustaría que me recordaran como fray Carlos, un franciscano vestido de cardenal que sirvió a la Diócesis de Sevilla». Un abrazo, amigo.

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