Diario de León

Cantata al viceadelantado don Javier

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Historias del reino margarita torres

Cuentan antiguos relatos, hijos de cronicones, que a fuer de adivino algún que otro hijodalgo leonés se adelantó a su tiempo siglos atrás y descubrió Caracas en el centro de Caracas, que ya estaba fundada. Sabemos que por aquel entonces no acostumbraban los nobles ni a leer ni a escribir, que sólo oían a labios de sus trovadores, aquellas gestas que ensalzaban sus esforzados trabajos y, caso de no encontrarlos, apostaban por mitos y leyendas muy del gusto del personal. Explica esta circunstancia que el viceadelantado don Javier Chamorro no conociera las previsiones meteorológicas, de crudo frío siberiano en la estepa leonesa, que, de redacción en redacción, de radio, prensa escrita o televisión, corrían días atrás, y que por ello olvidara de sembrar las calles capitalinas con sal.

Lucía el sol, Cataluña había hecho el chorras, España pendía de las botas de Pedrito, gran héroe de nuestro tiempo, y en este León adormilado y modorro ningún mal se avecinaba en lontananza. Al fin, ya se sabe, agoreros malintencionados forman entre las filas de los meteorólogos. Mas hete aquí que el tiempo, conspirador pucelano sin duda, odiador nato de lo leonés, sumiso vasallo de León de la Rabia, decidió meterle el dedo en el ojo a don Javier y, una triste mañana, amaneció la ciudad cubierta de manto blanco. Helaba, sí, nevaba sin parar, y el viceadelantado pensó, mirando huraño a los cielos, que a Dios ponía por testigo de que no iba a reconocer errores.

Su falta de previsión dejó rutas urbanas sin autobuses, a más de un leonés con el culo macerado, a los coches tornados en trineos por obra y gracias de su incompetencia, caos circulatorio, calles impracticables, padres cabreados con los peques en casa, hospitales inaccesibles-¦ y hasta de un accidente casero que provocó bronca hasta en el palacio del viceadelantado, pues no escaparon a los patinazos cercanos miembros de su linaje.

Noble hidalgo, cuéntanos una de indios a los que vivimos en primera persona las rúas sin sal, las carreteras heladas. Dinos, oh viceadelantado, que se trató de un experimento social, como el Gran Hermano a la leonesa, del mayor despliegue de la última década, que gracias a ti los pobres operarios de limpieza, jardines, obras, voluntarios de Protección Civil, policía, bomberos, la Unidad Militar de Emergencias no han dedicado decenas de horas a tratar de reparar con su trabajo tu falta de previsión. Trescientas toneladas de sal cuando todo estaba cubierto, ¡oh, ilustre prócer!, cuando hasta los coches rodaban sobre cadenas en las calles de León, que ya es echarle bemoles al asunto. No te pedimos que leas todos los artículos de prensa, ni que oigas los telediarios o partes radiofónicos completos, como nuestros abuelos, pero por lo menos, ya que te ocupas de tales menesteres, atiende correctamente al trabajo por el que te pagamos los leoneses. Nadie es culpable de que nieve, salvo los cielos, pero gracias a los meteorólogos conocemos lo que va a ocurrir antes de que suceda. Fíjate en el dato: para el fin de semana se anuncian temperaturas que rondarán los menos diez grados. No te marches a esquiar, anda, que luego deslomas a otros.

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