Diario de León

Desde Ucrania | Marcos Méndez

El tren

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Hay cosas que son difíciles de explicar. Normalmente son las más sencillas de sentir, pero uno no es quien para comunicarlas. Me pasa ahora. Escribo esto sentado en una fuente seca a los pies de la estación de Leópolis, esperando por el tren que nos lleva a Kiev. No voy solo. Jairo, Alejandro y Jaime, también periodistas, vienen conmigo; más bien voy yo con ellos, fui el último en apuntarme.

Pasé una semana en la frontera ucraniano-polaca. Diez días en Leópolis. Ahora preciso ir allá. Es lo que tengo que hacer. Nuestra seguridad es lo primero, y no vamos a descuidarla ni por un minuto, pero ¿cómo le cuento eso a mis padres? Esta pregunta lleva martilleando mi cabeza todo el día. Sólo puedo decirles que voy a estar bien, y que voy a hacer lo que tengo que hacer, como le decía hace unos minutos a mi hermano. Estoy haciendo lo que me pide el cuerpo, lo que me pide la vida.

En Kiev hay muchos compañeros y compañeras, porque lo que pasa allí hay que contarlo. Es necesario. No perdamos por un segundo la perspectiva; aquí lo importante son los hechos, y la gente que muere por las decisiones de unos pocos; como eso también os afecta a vosotros que me estáis leyendo, cada vez que pasáis por la gasolinera seguro que recordáis lo que pasa en este rincón del mundo. En un país que podía ser el nuestro. De hecho no es tan distinto. Es más grande, algo menos poblado, pero en muchas cosas muy semejante. Aquí son más serios, pero incluso dicen lo mismo de la gente del norte en Andalucía. Luego, cuando te conocen, se desviven por ti. En general la gente es así.

Parece un imposible eso de que de pronto explote una guerra en nuestra casa. 1936. Parece cosa de película, una estación como esta Central de Leópolis atestada de gente para entrar a un tren que los saque del infierno. También lo parecían las máscaras y los EPIs hace tres años y ahora...

No estamos a salvo de nada. Nuestro oficio, cada vez más degradado, es más preciso que nunca. Es una lástima no poder ejercerlo en libertad, como las compañeras que tuvieron que marchar de Rusia. Y esa libertad, sin la que esto sería imposible, es la que me empuja a coger este tren. No me entiendan mal, no lo hago por grandes causas, lo hago por mí, porque me apetece y porque puedo. Mañana la crónica desde el terreno será desde Kiev.

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