Diario de León

Desde Ucrania | Marcos Méndez

Yarik y la despedida

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Escribo estas líneas en el tren que me lleva de Kiev a Leópolis, toda la noche de viaje para desde allí llegar a la frontera con Polonia y volver a casa. Acabo de despedirme del que durante las tres últimas semanas fue mi compañero, mi cámara, productor, traductor, la persona que me llevaba de un sitio a otro, que era mi voz para poder hablar con la gente, Yarik, ya un amigo. Es un tipo callado, de hecho no supe su edad hasta el tercer día de estar trabajando juntos. 

Antes de la invasión de su país, Yarik, que también estudió Periodismo, se dedicaba a realizar vídeos. Está muy orgulloso de los anuncios que hizo para animar a la gente a alistarse a las defensas civiles del país, a veces, al principio de todo, cuando Kiev era una ciudad sin tránsito ninguno, y sin gente en las calles, éramos nosotros dos casi los únicos que veíamos sus vídeos en las marquesinas o en las grandes pantallas publicitarias. Si no fuera por Yarik no habría aguantado tanto tiempo aquí. Conoce bien la ciudad, por la noche la protege desde uno de los checkpoints, luego venía a dormir un rato al hotel y a primera hora de la mañana ya estaba listo para ir a grabar. Cuando estás en una situación como esta dependes en gran medida de la figura del fíxer, esa persona local que nos ayuda a movernos, a hablar con la gente, sin ellos estaríamos totalmente perdidos. Yarik fue estas semanas el mejor ‘fixer’ de todos. De hecho varios compañeros y compañeras me preguntaban cuándo quedaría libre. Mientras yo esté aquí no, decía yo siempre. 

Marcos Méndez, con Yarik. DL

Marcos Méndez, con Yarik. DL

La abuela de Yarik es rusa, tiene más de 90 años y no entiende cómo su país puede estar haciéndole esto al que la acogió. A veces Yarik aparece en el hotel con unas filloas rellenas que su abuela cocina para nosotros, buenísimas. «Es su forma de sentirse útil», me decía. No sabe bien la buena de la señora lo útil que a mí me ha sido. Esta historia, la de rusos-ucranianos, es muy común en el país. De hecho todo el mundo en Ucrania habla ruso, y según me dice Yarik, a pesar de no ser ya oficial en todo el país, es el idioma de uso común entre buena parte de la población. Yo jugaba a adivinar cuál de los dos hablaba Yarik cada vez que lo llamaban por teléfono, nunca adiviné, para nuestro oído son iguales, Yarik decía lo mismo del gallego y el castellano, para él son iguales.

Termino esta crónica ya en el cuarto del hotel de Varsovia, tras más de 20 horas de viaje —y de una multa por exceso de ganas de llegar—. Ya echo de menos Kiev y sus gentes. De algún modo marcharme es como abandonarlos, pero ya no tengo cuerpo y cabeza para hacer bien el trabajo, y era ya el momento de parar. Esto tiene que parar, no sé cómo, la verdad es que cada vez se está complicando más, pero debe parar ya. La comunidad internacional debe hacer lo posible por pararle los pies al matón de la clase y proteger al más débil, y en este caso concreto, inocente. Sé que es difícil, pero hay que intentarlo. Con inocencia, aquí, me refiero a que Ucrania no ha hecho nada para buscar esta guerra, no estoy defendiendo, en ningún caso, actitudes concretas de brutalidad, que se dan en los dos bandos, así son las malditas guerras. Pero Ucrania no ha comenzado esta ni nada ha hecho para que empezara.

Putin no se va a conformar con un referéndum en Donbas, precisa más. Ahora mismo necesita Mariupol para completar el paso entre Donbas y Crimea –y para tapar lo que allí está pasando— y no creo que deje de intentar quitarle la salida al mar Negro a Ucrania asediando Odesa. Es mi humilde impresión. También pienso que los ucranianos, que han asombrado al mundo con su determinación, no se lo van a poner fácil. El 95% de la población cree que van a ganar esta guerra. La encuesta es de anteayer, hace semanas era menos del 50%. La moral está muy alta del lado ucraniano.

Cuando fui para la frontera polaca, hace 42 días, pensaba que sería cosa de una semana, ahora pienso que tenemos muerte y destrucción para rato, qué pena. Termino esta última crónica sobre el terreno pensando en mi bienquerido amigo Yarik. Espero que esté bien, por mucho que tenga que ir a luchar si su país se lo pide. Gracias a todas y todos los que me habéis dedicado un minuto de vuestros días. Hasta la próxima.

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