Esfuerzo
Vive en un esfuerzo continuo por llegar a todo? ¿Se pone muchas metas y muy ambiciosas? ¿Se exige alcanzarlas sin importar el sacrificio que impliquen? Si dice que sí a mucho más de lo que después es capaz de llegar, si cuando no llega piensa que tendría que esforzarse más, si le cuesta reconocer sus limitaciones y si no se da permiso para relajarse, pero al final es como que nunca logra lo que quiere y nunca se siente satisfecho, es probable que el «esfuérzate» sea uno de sus mandatos internos.
Este es el mandato de quien sólo se valora cuando se mete en un montón de cosas, asume grandes proyectos y lucha mucho por conseguirlos. Así, termina agotado, sin darse cuenta de que el problema es que sus metas no son realistas. Que necesita aceptar sus limitaciones y empezar a plantearse metas alcanzables, para que también pueda disfrutar de los pequeños logros. Porque, con unas expectativas tan altas, es imposible que consiga lo que se propone. Es decir, la peor consecuencia del «esfuérzate» es que le impide tener la sensación de logro, de valía y, por lo tanto, de merecimiento.
El problema es que, quien cree que la vida es esfuerzo, piensa que si no se esfuerza, si no se exige, si no se pone metas muy ambiciosas o si reconoce sus limitaciones, no vale. Así que la única manera de que se sienta una persona valiosa es vivir en un esfuerzo continuo. Además, cree que los demás sólo le valorarán si tiene unos objetivos muy altos y se esfuerza mucho por conseguirlos. Por eso, si no lo hace así, se siente culpable.
Si se ha sentido identificado y quiere salir de ese bucle tan agotador, empiece a ponerse metas más realistas y alcanzables. Fuércese a bajar el listón y entienda que es igual de valioso cuando no se está esforzando. Dese permiso para celebrar y disfrutar de cada pequeño logro, ¡la más mínima tontería cuenta! Así, al ser las metas menos y más pequeñas, acabará lo que empiece, y eso hará que poco a poco recupere la confianza que ha perdido en el camino y que consiga lo que se propone.