Diario de León

Cornada de lobo | pedro trapiello

Apláudeles

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pedro trapiello
León

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Te dicen que tu hijo tiene parálisis cerebral y ¿quién no se hunde o maldice?, ¿cómo no sublevarse ante el destino?, ¿cómo no culparse o acomplejarse?... y sin embargo, aceptada la fatalidad, muchos padres en esta situación descubren que la condena cierta y la servidumbre que entraña esta grave dolencia se van convirtiendo poco a poco en una escuela donde se aprenden calidades humanas, amores insospechados y vivires que se celebran como milagro en cada rapto de risa o de cruda inocencia del que está postrado en su silla o en su limbo. Y lloran esos padres y esas familias en secreto algunas veces, claro está, pero descubriendo que esas lágrimas no se las lleva el paño ni la alcantarilla, sino que se cuelan bien dentro para regar los rosales que crecen sólo en la cara sur del corazón porque la cara norte está helada. Y entonces se vuelcan en quien les necesita con una fe y unas fuerzas de las que no se creyeron nunca capaces.

He visto a familiares de afectados por parálisis cerebral que casi agradecieron esta perra lotería, porque les había permitido crecer en potencias y sentimientos que jamás hubieran descubierto en otro caso.

Pero a la adversidad de esta dolencia se añadía antes la desatención pública, la falta de medios o el confundir esta patología con la locura recluyendo a los pacientes en frenopáticos o en el último cuarto de la casa. No es fácil convivir con la tragedia, ni lo han tenido fácil los afectados, pero las familias lo tuvieron aún peor. Y por eso un día se unieron, buscaron luces en las sombras institucionales, trabajaron juntos y crearon Aspace para demostrar que «más vale hacer que rogar», sin olvidar el pedir la atención pública que una dolencia así exige. Esta asociación de afectados por parálisis cerebral ha venido logrando leyes, centros y asistencia, pero demostrando a la vez con un voluntariado impagable que había manos prestas y altruístas para llegar allí donde la sanidad o los medios no alcanzaran. Aspace cumple veinticinco años. Se ha hecho un gran trabajo. Con discreción. Hoy los afectados tienen enfocada su asistencia; y a quienes debemos asistir, reconocer y aplaudir es a esos padres y familias, víctimas también.

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