Capitolinas

E l Capitolio era monopolio de vestales; y la Roma patricia, un putiferio. En la historia italiana sobran orgías de emperador y papas con hijos y amantes, pecata minuta, así que de raza le viene al galgo de Berlusconi el estar todo el día más salido que un balcón y el procurarse para sus fiestorros peritas adolescentes de las de a cinco mil euros el mordisco.

El poder debe ser como viagra y su lema secreto sería «con buen despacho bien se jode». El despacho de Clinton era oval, que viene de huevo, y allí se los tocaba la Levinsky. Pero Berlusconi no es tan impaciente y prepara sus orgías con tiempo e intendencia en sus villas de recreo, con pasta por delante, mantequilla por detrás y mucha tropa de nenas en porretas; y él, en cueros, ahí le tienes, cimbreando el tanganillo y repasándolas de una en una, tal y como relatan las fulanitas que estuvieron en sus saraos y que se multiplican ahora por teles y papeles en la orgía mediática que se ha montado allí a la italiana. Le gustan tiernas las fulanitas a ese teñido cara de plástico que asegura que todo este escándalo es campaña, montaje y acoso de los comunistas, o sea, de los hijoputas comunistas, que tío, y lo dice sacándose pelos púbicos de la boca y escupiendo amenazas... ay qué tío, ay qué tío, que puyazo le ha metío ...

Todo este lío de las nuevas lobas capitolinas no ha irritado ni escandalizado al Vaticano como cabría suponer y le acusan de tibieza en la condena de estos escándalos de ostentosa inmoralidad delincuente. El cardenal Bertone (tiene pinta de llamarse efectivamente Bertone) fue blandito, dice la prensa de allí, y retórico, como manda la diplomacia de la curia. Más sincero ha sido un intelectual del Opus, Vittorio Messori, que ha declarado a Il Giornale : «Mejor un putero que hace buenas leyes, que un notable católico que hace normas contrarias a la Iglesia». Agudo el tío; es como decir «comer a la vez a Dios por las patas y a las putas por el coño no es feo ni pecado». Vale. Berlusconi es bueno pal convento. Y sus orgías, pecadillos. ¿No las montaba el papa Borgia en la mismísima basílica de San Pedro?... la carne es débil, hijo mío, hay que disculpar la flaqueza humana... pues vaya.