Diario de León

Gente de aquí | Un quiosco que se queda huérfano

Una vida entre periódicos

Antonio Blas, el quiosquero más veterano de Astorga por edad y dedicación, se retirará en marzo tras 55 años de servicio

Antonio Blas posa en su quiosco, entre revistas, periódicos y chucherías.

Antonio Blas posa en su quiosco, entre revistas, periódicos y chucherías.

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maite almanza | astorga
León

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Ha hecho de un pequeño habitáculo su casa desde hace más de medio siglo. Nunca se ha movido del centro de Astorga. Comenzó en la plaza de Santocildes, en un pequeño quiosco metálico de color verde que ya pasó a la historia, y después en otro de madera que respetaba la fisonomía de este tipo de establecimientos. Hace una década se mudó unos metros más allá, hasta un local de la calle Lorenzo Segura al que quiso bautizar como El quiosco de Toño, quizás por aquello, modestia aparte, de saberse ya, tanto él como su negocio, parte consustancial del paisaje diario de Astorga.

Ahora se va. En marzo dirá adiós a 55 años de dedicación plena a la venta de revistas, periódicos, libros, colecciones, fascículos y chucherías. El quiosco no se cierra, un empleado continuará con él, pero Antonio Blas sí echará el cierre a una época. Tanto es así que sus clientes extrañarán su profesionalidad, pero también sus comentarios agudos, sus explicaciones certeras sobre tal o cual acontecimiento local. No es periodista, pero tal vez por deformación profesional le gustaba indagar, estar bien informado, y solía estarlo. Era precisamente ese intercambio de impresiones con el paisanaje local lo que más le gustaba de su negocio. «Es esclavo, son muchas horas todos los días, pero llevadero», admite, al echar la vista atrás, mientras recuerda: «Yo no elegí este trabajo. Me lo buscó mi padre al terminar la escuela».

Comenzó con 15 años, junto a su hermana. Después le acompañaron otros familiares. Pero él será el último en abandonar la nave. «He resistido hasta ahora, pero al llegar a los 70 años me ha parecido que ya me estaba pasando», dice mientras sonríe. «Ahora el quiosco da más trabajo que antes, cuando no existían las promociones de los periódicos. Vendías la prensa y en pocas horas te ibas a casa», confiesa. Sin embargo, Blas asegura que no es el cansancio el que lo anima a retirarse, sino el afrontar la realidad de que es el momento.

En 55 años, salvo excepciones puntuales, este quiosquero incombustible no ha disfrutado nunca de vacaciones ni jornadas festivas. Y ya planea dedicar su tiempo libre «a lo que surja: leer, pasear, jugar la partida con otros jubilados,... Lo normal». La plaza de Santocildes y su entorno se quedarán un poco más vacíos el mes que viene.

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