Diario de León
León

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Es bueno que la precampaña electoral sirva para hacer propuestas y adquirir compromisos que mejoren la convivencia, el funcionamiento de los órganos democráticos, que aligeren el peso de las instituciones y, sobre todo, que den respuesta a las preocupaciones de los ciudadanos.

El paro es la primera y no es precisamente de lo que más se habla. La clase política es la tercera y, de pronto, todos se han lanzado: menos diputados y concejales, «un político, un sueldo», listas abiertas, limitación de mandatos... Hay razones para proponerlo porque los ciudadanos perciben que esto no funciona. No deja de ser curioso que algunos de los que hacen estas propuestas han tenido ocho años de gobierno para llevarlas a la práctica y sólo se les ocurre ahora.

Por eso tiene razón Adela Cortina cuando dice que «el negocio de la política se ha convertido en cosa de partidos, empeñados en optimizar sus recursos para ganar elecciones a cualquier precio». Los ciudadanos podrían hablar de otros «negocios» de la política que están en las primeras páginas, pero, al final, todo depende de que hayas ganado las elecciones o no, de que estén en tu mano los contratos públicos o de que tengas firma en el libro más productivo: el BOE o cualquiera de los diecisiete boletines de las autonomías.

Hay muchos políticos honestos y la política es, sin duda, una de las actividades más nobles que un ciudadano puede ejercer. Nos toca a todos, más a los políticos, poner las bases para que la mujer del Cesar sea honrada y lo parezca. También los medios de comunicación tendrían que plantearse una regeneración ética. Si la política se ha convertido en un negocio —un mal negocio para los ciudadanos— los medios también se han mercantilizado y han perdido su idea de misión.

Los titulares se ponen muchas veces antes de escribir la información, las redacciones se han precarizado. Para mover al público, en la política y en los medios, hay que hacerlo desde la ética y desde los ideales. Lo otro es un «negocio» que acabará perdiendo la confianza de lectores y electores. Por algo ambas palabras son casi idénticas.

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