Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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En una de las lenguas de Mali le dicen farka al asno que aquí es burro, pollino o borrico (en fino, jumento, y azzémilah , en árabe).

Has de conocer a un asno genial que descubrimos lamentablemente tarde, un farka malinés. Murió hace cinco años. Tenía cara de hombre grandón, tranquilamente bueno, músico con alma de cuerda, patriota, universal, alcalde a la fuerza y tan paisano de los suyos como de los genios. Su guitarra habla y soñó con meter otra música a la política y al pueblo pobre. Maestros de todo el mundo y cantantes de fama quisieron tocar alguna vez con él; orquestas sinfónicas arroparon sus blues africanos de instrumentos populares. Su música es distinta a todo lo que hayas escuchado, pero entrará por tu oreja con descaro familiar y latido antiguo.

Se llama Alí Farka Touré. Solía tocar con un virtuoso de arpa malinesa (una calabaza), Toumani Diabaté, que trenza escalas, convoca una lluvia de cristales de colores y aquello parece un arpegio de aguas cantarinas en fuente mora.

Ya de niño, a Alí Touré le llamaron farka , asno, por lo terco y resistente que era el rapaz. Y con Farka se quedó. Hijo de labradores, diez hermanos, sólo él sobrevivió a la vieja devoración infantil de la muerte africana. Fibra de farka . Pero a los 67 años un cáncer de huesos le serró el aliento. Atrás dejó una vida desvelando melodías, cadencias tranquilas que invitan al sosiego o al vértigo mecido. Una raíz de pueblo de barro nutre sus pocas letras.

Dos años antes le comprometieron para ser alcalde de su pequeña ciudad, Niafunké, y como no había presupuesto (allí la burbuja inmobiliaria es una cabaña de palos y cuatro vacas flacas royendo arcilla), tiró de bolsillo propio para pagar la traída de agua, canales de agricultura y carreteras. Qué tipo.

In the heart of de moon fue su último disco. Pon la oreja. Lo escuchamos hace un mes al cruzar la gigantona puerta medieval de una ciudad mora fortificada y las sandalias nos comenzaron a bailar muy quedamente.

En Mali hay farkas buenos. Y azzémilahs de Alá. Unos cooperantes europeos roen hoy allí su terror secuestrados por alqaedos que son sólo bandidaje. Y es que el provechoso negocio de cautivos que conoció Cervantes nunca cerró.

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