Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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En nada ya está el invierno encima y la abuela lo aborrece. Además, se le puso un tic metralleto en el ojo desde que vio en un telediario a la Merkel asegurando que Europa no volverá a su pulso económico y de empleo hasta dentro de diez años, lo que significa que hasta dentro de quince no saldrá España del grito que nos pasen los italianos, ¡porca realitá, porco governo ! Quince años clamando y pechando. Demasiado camino. Y empedrado de buenas intenciones... como el que lleva al infierno. Diez, quince años, qué más da; la angustia es no saber si llegaremos medio enteros tan sólo al quinto (no tardará en rugirle la calle a Rajoy y, lo peor, sabe que el cabreo nacional seguirá creciendo en la larga caminata; y si esto acabase como Grecia Dios no lo quiera y Alá les confunda, ¿la bronca de estas ciudades no será también ateniense y molotova?).

Cosas así no deja de oírlas la abuela en tertulias incendiarias de la tele. Viene malo, dice, y a muchos no les alcanzará la alegría ni para pagar la calefacción de sus inviernos. Y añade que volveremos a ver en nuestros pueblos (tan reumáticos de gente y pan) cómo se vuelve al monte y cómo junto a las casas volverán a apilarse una o dos barricadas de leña bajo caedizos, troncos de roble o encina o haya o peral seco o cepos de urz que irá devorando el fuego en la guarida familiar durante los meses más crudos del año.

Le emociona a la abuela recordar la vieja autarquía que gobernaba estos sitios cuando no había gas ni luz y se aprovechaban al milímetro las suertes vecinales de apear la ración de leña en los robledales del pueblo. Y nos recuerda ese olor agrio, silvestre y otoñal de los troncos recién serrados que puede llegar a embriagar a los que tienen el alma sutil y el olfato educado... o pervertido, porque los hay que, nada más sentir ese olor, ponen ojos de motosierra cada vez que miran al monte.

El fuego de chimenea o de hornilla es evocador, pero trabajoso el acarreo y devorador el mantenerlo vivo. Ahora entiendo al abuelo de Fernando (el montañero asturiano de la expedición al Nun-Kun), que en toda su vida sólo repitió un extrañísimo brindis cada Navidad familiar: ¡Salud, gas y electricidad! ... ¿desconcertante?... premonitorio.

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