La estimuladora

Tome nota, señor secretario: doña Esperanza Aguirre se ha gastado treinta y tantos millones de pesetas en un proyecto alemán que pretende que las nubes suelten nieve cuando pasen sobre la sierra de Madrid, donde no ha nevado nada este invierno y sus estaciones de esquí cerrarán la temporada con ruina terrible si no salvan al menos la Semana Santa (también deberían ir pensando que serán ellas precisamente las primeras de la península en tener que cerrar a medida que el clima loco y el desierto prometido vayan instalándose en esta España seca de Dios nos libre).

A esto de provocar precipitaciones lo llaman «estimulación controlada de las nubes»... pero qué bonito... ¡doña Espe la Estimuladora!, dirá algún cheli... aunque el oficio asombra: ¿yo?, ¡estimulador de nubes!... y la técnica es vieja: bombardear o cañonear al aire con yoduro de plata; se utilizó aquí hace no tantos años en un centro antigranizo que la Diputación acabó estrangulando.

En fin, la obsesión por domar a los elementos es vieja. Las grandes potencias y la ciencia llevan siglos ensayando cómo alterar el clima, cómo robar agua al cielo o manejar a su interés la helada o la calora. Sería el arma más letal de todas las que invente o imagine el hombre.... y cuando la mala gente descubra cómo desviar un anticiclón o pastorear borrascas, podrán ganarse guerras sin gastar un centavo en balas, podrá asediarse un país con sequías de tres años y amiseriarle... o congelarle la risa con vientos polares helando sus cosechas.... o anegarle con aguaceros hasta sacarles de allí y echarles al éxodo (ya lo hacíamos de guajes con los grillos en las eras, meábamos todos a la vez en sus cuevas hasta inundarlas y acababa rindiéndose el inquilino).

¿Tomó buena nota, secretario?... Pues ya que aquí la sequía nos pilla sin tela y sin doña Espe, comunique al negociado que si hay campanas para espantar nubes y pedriscos, ha de haberlas también para atraerlas y abrirlas el vientre... que las busquen o las inventen... y que contraten al hombre que susurraba a las nubes... a la mujer que excita a las tormentas... al cura que peor canta y atrae lluvias... y que el Diputado de la Leche, a falta de pan y ubre, se ponga a ordeñar la niebla; maña tiene.