Diario de León
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Liturgia dominical

JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES

Conviene recordar el sentido profundo de este domingo, que es la portada de la celebración del Misterio Pascual de Cristo. Ya en el siglo V se celebraba en Jerusalén la procesión de entrada de Jesús en la Ciudad Santa, la procesión de Ramos. Este Domingo contiene dos perspectivas: la vida o el triunfo, con la procesión citada en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, con la lectura de la Pasión, este año tomada del evangelio de san Marcos. Debido a las dos caras que tiene este día, se le denomina «Domingo de Ramos» (cara victoriosa) o «Domingo de Pasión» (cara dolorosa). Por esta razón, en este Domingo -pregón del Misterio Pascual- lo que importa en la primera parte no es el ramo bendito, sino la celebración del triunfo de Jesús. A ser posible, debe comenzar el acto en una iglesia secundaria, para significar la entrada en Jerusalén, que representará el templo principal. Si no hay iglesia secundaria, se hace una entrada solemne desde el fondo del templo. El rito comienza con la bendición de los ramos, que deben ser lo bastante grandes como para que el acto resulte vistoso y pueda visibilizar su significado. Tras la bendición de los ramos se proclama el evangelio, es decir, se lee lo que a continuación se va a realizar. Por ser creyentes, por estar convertidos y por haber sido iniciados sacramentalmente a la vida cristiana, pertenecemos de tal modo al Señor que, al celebrar litúrgicamente su entrada en Jerusalén, nos asociamos a su seguimiento. La Semana Santa empieza y acaba con la entrada triunfal de los redimidos en la Jerusalén celestial, recinto iluminado por la antorcha del Cordero.

La procesión conduce a la Eucaristía. De la gloria pasamos a la Pasión. Esta transición no se deduce sólo del modo histórico en que transcurrieron los hechos, sino porque el triunfo de Jesús en el Domingo de Ramos es signo de su triunfo definitivo. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, pero para resucitar. En resumen, el domingo de Ramos es inauguración de la Pascua, o paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida.

Durante la Semana Santa, la Iglesia sigue las huellas de su Maestro. Las narraciones de la pasión cobran nueva vida, como si los hechos se repitieran efectivamente ante nuestros ojos. Todos los acontecimientos que conducen al proceso de la pasión y muerte de Jesús son recordados y celebrados. Paso a paso, escena por escena, seguimos el camino que Jesús anduvo en los últimos días de su vida mortal. Nosotros participamos en los misterios de Cristo ante todo por la fe y no sólo por la imaginación o el sentimiento. En la liturgia de estos días, la Iglesia revive en la fe el misterio salvador de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

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