Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Mejor, llámalo cancamurria , rara palabra, pero redonda y ancha. Nadie la usa. Sólo en una ocasión la escuché de viva voz en boca de un paisano de Las Regueras, Villarrodrigo en concreto. Tampoco es palabra que necesariamente tengas que apadrinar luciendo ciudadanía sensible con vocablos muertos o desvalidos. No te entenderían, aunque cancamurria es algo familiar que todos conocemos de primera mano, unos en temporadas bajas y otros con frecuencia enfermiza últimamente. La cancamurria es, por ejemplo, algo muy del otoño, como la castaña, la calvicie, el nabo y el reuma, pues viene a definir un estado de tristeza, melancolía, tedio, abatimiento, catarro mental... o quizá todo a la vez. La cancamurria no es exactamente lo que en Argentina llaman fiaca, palabra genovesa que define la desgana total, esa flojera y pereza por resolver el montonazo de cosas y tareas que se nos va acumulando por aplazarlas sine die. La fiaca es languidez que te tumba en la cama para olvidarte del mundo. O en el sofá, siempre tan a mano. La cancamurria no es fiaca , pero se le parece.

Amurriarse es arrugar el ánimo y hacerse pelota. En ello estamos. Esta primavera parece un otoño depresivo; pregúntale al derrotado ejército de parados que hace temer a las abuelas que acaben cocinando con infernillo, como en tiempos de piojera y estraperlo. Primavera ruidosa, además: roncan y rugen los días con gresca política por un lado y pesadumbre nacional por todos los demás lados. La lírica no encuentra tiempo. No hay noticias buenas. La caridad solidaria lo intenta. En el patio de atrás de los untamientos se recuentan las ruinas y se reparten los despojos. Cruje el político. Se pierden los nervios. Ardió Troya en Atenas y ahora lo hace en el Ibex de Madrid. A los agoreros se las sirven en bandeja.

En primavera los días crecen, pero el frío muerde las canillas y nos forra con malhumor de invierno. Hasta los brotes verdes de los jardines se retrasaron este año. Tarda el sol. Y al levantarte, te miras en el espejo con muecas de poca gana y asco. Después, en la calle o en trabajo, te preguntan qué tal y vas y les dices ¡pues anda, que tú!...

...jo, qué bonita es la primavera.

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