Diario de León
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PEDRO TRAPIELLO
León

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Pues ahora no me apeo. Ya que habíamos subido al tren Hullero que sale del Andén de los Recuerdos y acaba en la Estación de los Olvidos, paguemos billete al revisor sin pasar por la vieja ventanilla que también fusilaron (no verla te partiría el corazón, viejo amigo), lo desollaron todo en las reformas que le arrearon a esta vieja estación de Matallana, de Renueva, del Tren de Mataporquera, de Bilbao, de Feve o como quiera llamarle cada cual (el Tren de La Robla le dijeron también con todo ese alarde de lo bien nos ponemos de acuerdo los leoneses a la hora de llamar a las cosas)... pero llegando julio, y a todos los efectos, ese tren era el «tren botijo», a reventar, aunque se añadían vagones... era un buen revuelto de gentes, lugareños, domingueros al río con melón y pelota, guajes de campamento con mochila colgando un plato de chapa y cantimplora, una pareja de guardias, paisaneo en general... y muchos bultos y bolsas y maletas y algún apero, gallinas, cestos... ¡todos al tren! y suena la campana y un silbato... a duras penas, arranca el convoy y el tirón es tal, que siempre se caen de culo los que no están bien anclados... aquello recordaba lo de « salida de potro burgalés, parada de burro manchego », porque al llegar a las leves cuestas de la Valcueva, aquel tren embotijado y encabritado en la salida resoplaba como un búfalo atollado y avanzaba con la velocidad y fatiga de un buey de arrastre... como León en general o en teniente-general.

Ya subidos en este tren, pararemos en San Feliz. Hemos de saludar a Graciela García Robles, que tiene colgada estos días una primorosa exposición en la galería Ármaga . Le daremos una buena noticia. Es usuaria fiel de este tren del Torío y ha de saber que se salvarán las piedronas del pretil del puente de los Maristas que tumbarán. Ella se había sumado al estupor y al indulto rogado para esa epigrafía popular escrita a navaja. Pues bien, el jueves que salió el artículo me llamó Belén Martín-Granizo para decirme que se ha decidido salvarlas y que hay que ponerse a imaginar dónde se pondrían para nuevo uso y lucimiento... así que, Graciela, ¡al tren!... el de las ideas y la imaginación... saca esos colores bien casados que heredaste de tu padre Zurdo.

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