Diario de León

Expertos en repartir sueños

Blas Francisco Cabello, de 86 años, y Carolina Hidalgo, de 37, forman parte de dos generaciones de niños de San Ildefonso que adoran el sorteo extraordinario del día 22.

Los bombos de la suerte llegaron ayer al Palacio Real.

Los bombos de la suerte llegaron ayer al Palacio Real.

Publicado por
J. l. álvarez | madrid
León

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Cada 22 de diciembre un grupo de niños, alumnos del colegio de San Ildefonso, lleva la ilusión a decenas de hogares. El país, tras la primera noche del invierno, madruga para sintonizar en la radio o en la televisión el sorteo extraordinario de Navidad. Esa noche estos niños duermen poco ante una experiencia que jamás olvidarán.

Eso le sigue ocurriendo a Blas Francisco Cabello. A sus 86 años es el decano de la Asociación de Ex alumnos del Colegio de San Ildefonso. Entró en el colegio en 1934, pero hasta pasada la Guerra Civil no fue llamado para participar en los sorteos. «Se elegían los niños por las voces», dice, y a él le tocó el honor de accionar la palanca que hacía caer las bolas. «Nos preparábamos todas las semanas. Para Navidad, como era más extraordinario, la preparación era más intensa», recuerda mientras mira con cariño una vieja tabla con sus alambres llenos de sobadas bolas de números y premios.

Blas evoca el «hormiguillo» que sintió aquel 22 de diciembre que participó en su primer sorteo de Navidad. Todos querían dar el Gordo. «Con toda la gente que te está viendo sientes un gran respeto». No tuvo fortuna y no sacó el premio, pero sí compañeros suyos a los que «les pagaron los estudios». Alguno llegó a ingeniero.

Pasaron muchas décadas desde que Blas dejó el colegio antes de que llegase al centro Carolina Hidalgo. Ella, que tiene 37 años, empezó a cantar en 1984 con ocho o nueve años. Participó en «cuatro o cinco» sorteos de Navidad y llegó a dar un segundo premio en 1987, dotado con 120 millones de pesetas

Carolina fue una de las primera niñas de San Ildefonso. «Para el sorteo de Navidad teníamos una preparación específica y más profunda», dice. Para ello, en el colegio «teníamos una tabla, las bolas y simulábamos un sorteo. Cuando se acercaba el 22 lo hacíamos con el traje y mirando a las cámaras».

Para ella, el día 22 de diciembre es «muy especial. Todos los años si puedo me levanto para ver cómo salen los niños». «Esas imágenes me traen recuerdos muy bonitos y maravillosos, sé los nervios que están pasando, que todos tiene la misma ilusión por cantar el Gordo y sé la noche que han pasado». Mañana volverá a encender la tele para disfrutar del ritual de la suerte.

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