Diario de León

El electrochoque todavía forma parte del arsenal terapéutico contra la depresión

La mayoría de expertos lo considera una terapia eficaz pese a su mala imagen.

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borja robert | madrid
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Algunas depresiones son tan graves que el paciente piensa que está muerto. Siente que no le late el corazón, que no respira y que su intestino no digiere. Algunos, incluso, imaginan que se descomponen y notan como se los comen los gusanos. Con las personas que sufren este trastorno, denominado delirio nihilista, o de Cotard, a veces no funcionan los medicamentos antidepresivos. También pasa con otros trastornos mentales. Cuando no hay más fármacos a los que recurrir, aún queda una técnica en el arsenal terapéutico de los psiquiatras: la electroconvulsión. Una serie de descargas eléctricas que desencadenan una crisis en el cerebro y, nadie sabe el porqué, son capaces de hacer remitir la enfermedad.

«El electrochoque es el antidepresivo más potente que existe, el más contrastado, pese a que tiene 75 años», asegura Jerónimo Saiz, jefe del servicio de Psiquiatría en el hospital madrileño Ramón y Cajal. Fue la primera terapia psiquiátrica efectiva, explica, aunque solo la usan en los casos más graves de algunas dolencias. Sobre todo, depresión y esquizofrenia. «En mi hospital no se le hace a más de veinte pacientes al año, de unos 500 que ingresamos. Casi todos por depresiones severas», afirma. La efectividad de este tratamiento, recalca, puede superar el 90%. Sin embargo, en algunos hospitales no se usa. «Hay profesionales que no están de acuerdo con esta técnica, aunque yo diría que la opinión mayoritaria es que es muy útil», apunta Saiz.

Si la psiquiatría ya es una especialidad envuelta en un estigma, explica Saiz, esta terapia lo está aún más. «Se ha vendido el electrochoque como un elemento de castigo y represión contra el enfermo, pero no lo es». Como con cualquier otro tratamiento, apunta, los pacientes deben dar su consentimiento para recibirlo. Y, físicamente al menos, no es una técnica agresiva. «Ya no debería llamarse electroshock porque el cuerpo no convulsiona, solo el cerebro», asegura Miquel Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica y médico en el hospital Clinic de Barcelona, donde dirige el área de Esquizofrenia.

En la actualidad, explica Bernardo, se denomina terapia electroconvulsiva (TEC) y se administra bajo anestesia y con relajantes musculares que evitan los espasmos. «Antes podía producir algún daño en los dientes, o en algún hueso por las contracciones bruscas, pero ya no», indica Saiz. Lo habitual es que se aplique entre seis y doce veces, a un ritmo de dos o tres sesiones por semana. Dos electrodos aplican una corriente eléctrica hasta que un electroencefalograma detecta que el paciente entra en crisis convulsiva. Entonces se para. En muchos centros, una máquina lo hace automáticamente. El principal efecto secundario, indica Saiz, es la amnesia.

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