Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

Creado:

Actualizado:

Liturgia dominical

Celebrar la Eucaristía no es simplemente ir a misa, y menos aún cumplir con una obligación tradicional. Es mucho más. Es aceptar la invitación de Dios para sentarnos con él a la mesa, buscar aclarar nuestro problemas de fe la luz de la Palabra de Dios, llevar a ella las realidades de la vida y confrontarla con la de Jesús. Es entrar en comunión con él y los hermanos. Pero, no se puede comulgar con Cristo, si no comulgamos con su causa, que es la vida plena del hombre. Si lo hacemos con esa buena disposición y sentido de compromiso... ¡dichosos nosotros! Saldremos reanimados, como Elías, para recorrer los desiertos de la vida.

Celebrar la Eucaristía es participar del modo de vivir de Jesús, o sea, buscar una vida mejor para todos, tratarlos con amor y comprensión, rechazar lo que se oponga a su felicidad. Si participar en la Misa no implica una existencia auténticamente cristiana, el acto litúrgico no será comunión con Cristo, sino rutina muerta y costumbre vacía. La separación entre culto litúrgico y culto existencial es la epidemia terrible de un cristianismo de apariencia de tantos cristianos que, de nombre, profesan la fe, pero, en la práctica, la niegan con una vida egoísta e injusta.

El mal del hombre y del mundo es el egoísmo. El centro somos nosotros mismos y olvidamos a los demás. Dejamos de ver en el otro a un hermano y esto solo engendra violencia, egoísmo y maldad. Nos volvemos lobos unos para con otros. Al centrarse en sí mismo, el hombre se encuentra desnudo, como Adán y Eva después del pecado, desposeído, porque, al aferrarse a sí mismo como único punto de referencia, se queda en la más amarga de las soledades.

Jesús trae un mensaje de bondad, amor y solidaridad. Por eso los judíos se escandalizaban ante un Dios hecho tan a nuestra medida y los griegos lo tomaban como una necedad. Sin embargo, la bondad de Jesús es fuerza de Dios para los que creen. Vivir la fe produce descentramiento de uno mismo, salida hacia lo otros, ser-para-los-demás. Desarma el mal corazón, elimina barreras, evita las suspicacias frente a los demás. Jesús así lo predicó y así lo vivió. Fue un hombre bueno, como esos de quienes decimos que son «un trozo de pan». Jesús es más que un trozo de pan, es el Pan de Vida. Participar en ese banquete es vivir como vivió Cristo. Esto es lo que significa y consigue la comunión eucarística: ser como fue Él.

tracking