BRASIL
Un 'tsunami' de lodo tóxico causa la mayor catástrofe ambiental de Brasil
La marea llega al mar tras segar 28 vidas, recorrer 600 kilómetros y dejar sin agua a 10 pueblos. La rotura de una presa en una mina de hierro libera 62 millones de metros cúbicos de barro venenoso
El viernes, las imágenes de personas arremolinadas en torno a camiones de agua recorrieron las televisiones de Brasil. Quienes saqueaban los convoyes no eran criminales, sino los desesperados habitantes de la localidad de Colatina, un modesto municipio del estado costero de Espírito Santo sumido en una lucha contrarreloj por conseguir el líquido elemento. En pocas horas, 62 millones de metros cúbicos de lodo tóxico habían acabado para siempre con el río que hasta entonces les había suministrado agua potable y una forma de vida en este rincón de Brasil.
Son los efectos de la mayor catástrofe medioambiental de la historia del gigante suramericano. El pasado 5 de noviembre, la ruptura de una de las represas de la mina de hierro de Mariana, en el estado vecino de Minas Gerais, provocó un enorme 'tsunami' de lodo que acabó con la vida de 28 personas, entre ellos 13 trabajadores de la explotación y 15 vecinos del cercano distrito de Bento Rodrigues. Dos semanas después, sus casas apenas son visibles bajo una capa de varios metros de lodo naranja petrificado.
REGUERO DE DESTRUCCIÓN
En este tiempo, la apestosa avalancha, debido a la gran concentración de metales pesados tóxicos que contiene (manganeso, mercurio, etcétera), ha recorrido 600 kilómetros arrasando en su camino la totalidad de los ecosistemas del río Doce y dejando a decenas de municipios sin agua potable. Ha dejado miles de toneladas de peces muertos y alcanzará su punto más crítico con la llegada al Atlántico, este domingo. Un vertido de una magnitud jamás vista en Brasil y cuyos efectos a largo plazo han causado enorme preocupación entre los conservacionistas.
Presionada por la justicia brasileña y ante las denuncias del Instituto Brasileño de Medio Ambiente, la empresa minera Samarco, responsable de la mina de Mariana, colocó 9.000 metros de barreras flotantes en la desembocadura del río Doce. Las barreras, similares a las empleadas en grandes vertidos de petróleo, intentarán evitar la expansión de los residuos mineros. Un esfuerzo más simbólico que eficaz que según el ingeniero Paulo Rosnan, responsable de la simulación de las corrientes de la región, no tendrá "la más mínima oportunidad" de evitar la dispersión del lodo tóxico por el litoral.
Tras sobrevolar la región afectada el pasado 12 de noviembre, unaconmocionada presidenta Dilma Rousseff anunció que las multinacionales propietarias de Samarco, la minera australiana BHP Billiton y la brasileña Vale S.A, serían las responsables de la catástrofe. Automáticamente, la Justicia del estado de Minas Gerais decretó el pago de una cantidad de 253 millones de euros para cubrir los gastos de atención urgente de las 557 personas que perdieron sus hogares, así como el abastecimiento de la decena de municipios que han quedado sin agua potable por la contaminación de los acuíferos de toda la región.
A pesar de que la multa es la mayor indemnización medioambiental en la historia de Brasil, la cantidad parece irrisoria si se piensa que Vale SA, la segunda compañía mundial en la extracción de hierro, facturó más de 50.000 millones de dólares en el 2014. Una minucia si se piensa, además, que hace apenas mes y medio el gobierno de los Estados Unidos exigió 20.800 millones de dólares a la petrolera BP por la catástrofe medioambiental en el Golfo de México en el 2010 que no provocó ninguna víctima mortal.
RIESGOS PENDIENTES
Por si fuera poco, el pasado miércoles los técnicos de Samarco admitieron riesgo de colapso en otras tres represas que resultaron dañadas durante la ruptura del 5 de noviembre. A pesar de que la situación parece bajo control, los daños en las estructuras obligaron a iniciar una intervención de urgencia que se prolongará durante 90 días. Un periodo inquietante de tiempo en el que las abundantes lluvias de la región podrían profundizar el deterioro de unas represas que acumulan todavía 25,5 millones de metros cúbicos de lodo tóxico.
Eclipsados por la magnitud de la tragedia ambiental, los familiares de las víctimas no desisten y exigen a las autoridades la localización de los cuerpos de las 12 personas que continúan desaparecidas. El testimonio en la televisión nacional de Sabrina Penna, una joven de 18 años que perdió a su padre en la mina de Samarco, golpeó la conciencia de unos brasileños que no acaban de asimilar la gravedad de la situación que viven: "No podemos olvidar la parte humana de la tragedia. Quiero dar un entierro digno a mi padre, es lo mínimo que puedo pedir".