Diario de León
Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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Liturgia dominical

La Palabra de Dios, más que letra impresa en la Biblia, es historia, vida y verdad. La Biblia es Palabra de Dios porque la expresa, la significa eficazmente, la hace patente. La Iglesia sabe que la Palabra bíblica no es algo suyo, sino que viene gratuitamente de Dios. Celebrar la Palabra en la Liturgia es reconocer que Dios habla con su pueblo, con nosotros. No se celebran ideas sino hechos. Se celebra precisamente la presencia de Dios en la asamblea por medio de su Palabra, que es Jesucristo. Se festeja que Dios hable a su pueblo. A menudo pensamos que la misión de Jesús es ilustrarnos sobre Dios y movernos a ser «hombres de Dios». Solo es una verdad a medias. Jesús aparece como el «hombre del Reino de Dios». O sea, lo suyo es anunciar y comenzar a realizar el Reino, un nuevo estado de cosas, un modo de vivir juntos. A Dios Padre se le encuentra cuando entramos en una historia de justicia para los pobres, de hermandad entre los hombres, por la que vislumbramos su ilusión de Padre por sus hijos. Por eso, Jesús, al comenzar su misión, elige el texto de Isaías: el Espíritu del Señor lo empuja a dar una Buena Noticia a los pobres, libertad a los cautivos, vista a los ciegos y año de gracia para todos. Su misión nos remite al «hombre», no a Dios.

Nada de extrañar, pues, que hoy, que se han hecho más evidentes las injusticias culpables en el mundo, la Iglesia retome con fuerza la misión heredada de Jesús. Por eso, un ateo podríamos definirlo como quien no se pone de parte de Dios y de lo que Dios pide: quien nunca es ocasión de buena noticia para los pobres, ni se mueve por la libertad de los hombres, ni se esfuerza en abrir los ojos de los cegados por tantas cosas, ni se preocupa del dolor de los enfermos o de la soledad de los ancianos. Es quien lleva malas noticias a los pobres o contribuye a la esclavitud y el sufrimiento injusto de los demás.

Es verdad que Jesús se vio limitado en su misión. No pudo atender a la mayoría de los marginados y doloridos de entonces. Pero, el relato dice que esa Escritura «se cumple hoy». Así hemos de ver nosotros los hechos de que un pobre reciba la buenas noticias, un pecador el perdón, un enfermo la curación o la asistencia digna, o cuando se ayude a avanzar la libertad, la justicia o la paz. El que no alcancemos la fraternidad universal no debe excluir esta maravillosa realidad: con nuestras pequeñas buenas noticias cumplimos hoy la Buena Noticia prometida y esperada. Pero, además, no olvidemos que el Reino, aunque comience a cumplirse ya aquí, es el Reino de Dios. Es gracia. Es obra de Dios. El cristianismo es humanismo, pero no solo un humanismo. Es confianza y esperanza, porque tiene su base en la fidelidad de Dios para con nosotros.

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