Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tiene el PP un molestísimo chinarro en el zapato, son gente propia, los nuevos nombres que ya están cerca de ir desalojando a todos estos, son los que comparecen como el «nuevo aire» (ya vendrá algún pijo de gabinete de prensa a llamarlo «new deal») tras ser pupitre en Nuevas Generaciones, son los marotos, alonsos, moragas, hernandos, levys, burberrys... son los únicos que desde dentro pueden disparar a la línea de flotación del enorme buque de la corrupción en su partido que sigue a flote en las aguas mansas del miedo interno o del encubrimiento externo.

Saben que este exceso de telediarios con banquillo poblado de cargos populares y esta hemorragia de portadas copadas por sus ritasbarberás, sus ratos, matas, fabras o granados son también torpedos temibles contra el partido, su única empresa, en la que justo ahora van ellos a ir ascendiendo o heredando, de modo que es lógico su rebote y su ostentada indignación, esa indignación furiosa y aparente que tanto necesita el PP para que vuelvan a creer sus fugados votantes sin temor a que eso de regenerarse sea otra coña marinera con gavioto cuzo en las velas.

Y ahí sale Maroto como una moto contra la papisa Barberá como quien le pide el cuello y las perlas. Le falta un pelo para llamarla Irrita Barberá, imitando a los bercianos que llamaban así a su dolor: Irrita Prada.

¿Irrita Barberá?... aún más, ¡encorajina!... y se escandaliza el «nuevo aire» con la mierda que se esparce en casa. Excede a su imaginación tanto alarde e impunidad prolongada. Y todavía falta la traca de Bárcenas, mientras arden en falla interna arísteguis o perzllorcas, resistiéndose a hacerlo Santarritarritarrita, lo que pillé no se quita.

Pero en medio de estas guerras, una cadena de explosiones estranguló ayer Bruselas aplazándose la bronca interna y poniendo a mirar a La Meca a todos, pues de allí nace la Voz que predica en los desiertos mentales llamando a guerra santa al yihadista.

¡Más maderos, es la guerra!, clamó Hollande en su desierto de ira e impotencia. Pero en esta guerra no mueren maderos, sino sólo gente como tú.

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