Las tres desgracias
E l papa Francisco bramó el otro día sotto voce para que no se le notaran las furias que sin duda han de espinarle su alma francescana ... ¡no es explicable ni perdonable que en el siglo XXI haya tantísima gente que muere de hambre!, dijo... con lo fácil y barato que sale darles de comer para que al menos no mueran tan deprisa, tan en masa y acusándonos. Lo peor es que lo comparó Francisco con todo lo que despilfarramos en embellecimientos, adelgazamientos, estiramientos... o miramientos.
Como si le replicara, Sócrates masculló entre dientes «es el culto al cuerpo, santidad; el cuerpo es el único dios cierto, palpable y manoseable que hoy exige culto, mimo y gasto, porque reina en todo el orbe la dictadura de un dogma seductor, «Salud, Tipazo, Vegetales y Orgasmos», así que desde hace tiempo, ver en la tele gente esquelética sentada a la sombra de un sombrajo etíope esperando una muerte segura e idiota ya no nos conmueve tanto... ni poco ni mucho ni na... tipas así de galgas ya las vemos aquí en todas las pasarelas y son el desideratum del marujeo entripado que afronta cada verano un drama transcendente: entallar un tonel en un bikini.
Y en esto enseñó Octavito una foto de tres invitadas a una boda abrazadas por la cintura y peripuestas, pero hecha por la espalda, recordándole al revés a «Las tres Gracias» de Rubens, tan rellenitas, aunque a él le parecían «Las tres Desgracias» de este tiempo: una lorza andante, un garbo caído y un botillo con tacones, embutido todo ello en trajes de mucho colorín y destello.
Las ciudades de este Occidente (al que asustan los refugiados que gritan pan y les dan pum) ven proliferar últimamente establecimientos y negocios dedicados a bellezas, adelgazamientos o a medicinas de moda alternativa, parroquias de la guapura que crecen en devotos feligreses, los que despilfarraron al comer, despilfarran al querer arreglarlo y, ante el inevitable fracaso, llegan vengativos a la mesa y cambian de canal si aparecen otra vez en las noticias los putos refugiados... y se amorran a su plato y a lo goloso diciéndose «uno también es humano».