Diario de León

Médicos para emprender el vuelo

«El salto al vacío no es fácil para nadie», asegura el responsable del Equipo de Soporte Domiciliario de Cuidados Paliativos, José Andrés García. Este médico explica que ayudar a los enfermos terminales es, a pesar de lo que podría pensarse, un trabajo que reconforta y subraya que es una de las pocas especialidades que se encarga de la persona y no de la enfermedad.

Imagen de una de las obras de Pamen Pereira en el Musac. JESÚS F. SALVADORES

Imagen de una de las obras de Pamen Pereira en el Musac. JESÚS F. SALVADORES

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

cristina fanjul | león

«Enfrentarte a los procesos de muerte hace que te plantees la tuya y la de tus seres queridos, te obliga a enfrentar la idea de que en un determinado momento serás tú quien esté en ese lugar y, sin duda, te ayuda a pensar de otra manera, a ver los problemas con mucha más distancia». Quien así habla es José Andrés García Marín, responsable del Equipo de Soporte Domiciliario de Cuidados Paliativos. Este grupo, integrado por los médicos Delia Colado y Eleuterio Relea, los enfermeros Sofía Gago, María José Huerga y Jaime Carnero, la auxiliar de enfermería Charo García y la secretaria Susana de la Riva, ayuda a cerca de 500 pacientes al año. «Los cuidados paliativos enganchan», asegura José Andrés y, ante la mirada atónita del periodista, añade, «si tienes sensibilidad». El médico comparte con sus compañeros de trabajo una sala de reuniones en el sótano del centro de salud de José Aguado. Desde allí, programan las visitas que realizarán ese día, una lista de nombres cuyo denominador común es la rotundidad de la certeza. «Vivimos en una cultura que huye de la muerte, pero es un afán inútil porque forma parte de la vida. Aquí no vamos a quedar ninguno, por eso hay que mirarla de frente», reflexiona.

José Andrés es consciente de que su trabajo es duro, pero sostiene que atender a los que más sufren es reconfortante. «Yo tengo dos normas. La primera es no llevarme nunca los enfermos a casa. La segunda es mantener la cabeza fría, siempre».

Santiago tenía cinco años cuando murió. A los tres se le diagnosticó un tumor cerebral. «Es uno de los casos que más me ha conmovido. Antes de fallecer, sufrió catorce operaciones y varias sesiones de quimioterapia. Había que cambiarle los pañales y hablaba poco. Era un bebé grande. En casos como este, el trabajo de concienciación es complicado y lo es porque el proceso de terminalidad se alargó mucho, con lo que la carga psicológica es mucho mayor»...

No hay normas para morir, como tampoco las hay para el tiempo que nos queda. ¿Morimos como vivimos? le pregunto, ¿hay una norma en la antesala de la muerte o cada caso es diferente? «Sí», reflexiona, «esa norma se cumple siempre. Por regla general, las personas que han tenido una vida complicada no suelen aceptar su enfermedad y el final suele ser siempre complicado». Sin embargo, José Andrés constata que cada persona es «un mundo». «No hay reglas. Hay enfermos que hablan del final, de ese salto al vacío, mientras que otros nunca lo verbalizan», explica. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera pensarse, el especialista subraya que el cien por cien de sus pacientes sabe que va a morir.

A finales de los años sesenta, la doctora norteamericana Elisabeth Kübler-Ross escribió un tratado en el que hablaba de las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. «Esta no es una regla fija. Cada paciente lo vive de una manera», asegura José Andrés García, que subraya, sin embargo, que la negación y la ira suelen estar presentes siempre. La fe, la creencia en que trascenderemos ampara a muchos pacientes pero, una vez más, tampoco se trata de una regla. «Hay curas católicos que lo llevan mal», dice.

... «Un cáncer de páncreas fue deteriorando a un compañero de trabajo. Él sabía perfectamente lo que le estaba ocurriendo y lo más duro de este caso fue que me pidió sedación. Fue difícil porque le apreciaba mucho. Después de eso, tan sólo vivió 24 horas. Murió tranquilo. Lo único que me pidió fue que le diera tiempo a despedirse de sus hijas. Afrontó todo con mucha entereza, tal vez porque conocía el terreno que pisaba y lo tenía interiorizado»...

José Andrés García defiende el uso de la sedación. «No se trata de acortar la vida sino de ahorrarle sufrimiento a la gente», afirma. Para este médico, no hay ningún dilema moral: «El paso hay que darlo de manera dulce y tranquila». García Marín subraya que hay una constante en todos sus pacientes: «siempre tienen miedo al dolor, tanto que a veces llegar al momento final se ve como una liberación». Además, señala que una de las pautas que más ayudan es la información. «Como norma, los enfermos que conocen su diagnóstico, hablan más, con lo que disminuye su sufrimiento. Y es que, el especialista destaca que en cuidados paliativos no todo son los fármacos, y resalta que la verbalización es una ayuda psicológica importante: «La angustia aumenta el dolor», destaca.

... «El tercer caso es un hombre de 30 años. Desde el primer día nos dijo que quería morir. Siguió su proceso y estando aún consciente le dije que le iba a sedar. Lo único que nos pidió fue que le diera tiempo a despedirse de su mujer. Cuando le pusimos la primera inyección le dijo: ‘Te quiero. Perdóname’. Aquel fue uno de los días más duros de mi vida».

José Andrés destaca que hay enfermos que se casan con su pareja de muchos años momentos antes de morir, otros que esperan hasta que llegan amigos o familiares, los hay que necesitan llegar a una fecha determinada: conocer a un nieto, vivir la boda de un hijo... «en enero se mueren muchos pacientes. La mayoría quiere pasar la Navidad. Cuando nos vamos, queremos hacerlo en paz y con los asuntos resueltos», explica.

Sin embargo, hay un denominador común. «Sí, cuando antes me preguntaba si morimos como vivimos, es cierto. Alguien que ha sido un mal padre, morirá solo y tendrá un final complicado, mientras que aquellas personas que han dedicado su vida a los demás lo hacen de manera plácida y dulce», reflexiona.

José Andrés García hace hincapié en que una de las facetas más positivas de su trabajo es que son profesionales que enfocan en el paciente y no en la enfermedad. «De alguna manera le damos la vuelta a la medicina, que en esta era se fija en cómo acabar con las patologías y se olvida del rostro de quien las sufre. Lo que les digo a mis pacientes y a sus familiares es que siempre se puede hacer algo. Ese es el espíritu».

tracking