Diario de León

«Que ningún niño vea que su papá pega a su mamá»

CÓMPLICES DEL MALTRATO . ¿Quién robó el arcoíris a Eva Pereira? Ella dice que las palizas que recibió le provocaron la ceguera. El libro que cuenta su trágica vida apunta también a «los muditos y muditas», la sociedad callada y la familia cómplice, que no se encararon al maltratador ni ayudaron a la víctima. Con su testimonio quiere ayudar a otras.

Eva Pereira Dos Santos, ayer en Espacio Vías poco antes de la presentación del libro `¿Quién te robó el arcoíris?’ que cuenta su vida. JESÚS F. SALVADORES

Eva Pereira Dos Santos, ayer en Espacio Vías poco antes de la presentación del libro `¿Quién te robó el arcoíris?’ que cuenta su vida. JESÚS F. SALVADORES

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ana gaitero | león

La historia de Eva Pereira Dos Santos es trágica y a la vez esperanzadora. Una mujer que sufrió violencia desde su infancia, violada en el entorno familiar, que tuvo el coraje de emigrar de Brasil con la ilusión de mejorar su vida y fue a parar a los brazos de un maltratador hasta que, tras 12 años de silencio, logró salir y rehacerse.

Ayer contó un pedazo de su historia en León. Con la voz quebrada, pero serena, y con los ojos llenos de lágrimas, pero mirando al frente, Eva Pereira Do Santos, una mujer que no ve, porque perdió la vista en una de las palizas que le propinó su maltratador, dijo alto y claro: «Que ningún niño tenga que ver que su papá a su mamá. Hay que hacer que las mujeres se sientan firmes, con confianza, salgan y hablen. Que no lleguen a aguantar lo que aguanté yo y que tengan un letrero bien claro que ponga: tú no eres la culpable, tú no eres la que pega».

Fue en Espacio Vías, donde la asociación Adavas hizo de anfitriona para presentar en León el libro ¿Quién te robó el arcoíris? en el que el historiador Francisco Javier Prada Fernández, con la ayuda de su hijo Xabier Prada, relata la historia de esta inmigrante que nació en Brasil en 1974 y que durante 12 años, dos ya con ceguera, fue víctima de brutales palizas por parte del marido, y padre de sus dos hijas, en un pueblo de Burgos.

Una historia «durísima de violencia machista», señaló la psicóloga Raquel García, conductora del acto, pero también «una experiencia de superación personal» que tanto su protagonista como los autores han querido escribir —con la única ayuda de 300 euros que aportó el Instituto de Estudios Bercianos— y compartir para «ayudar el agrandar el fuego de la lucha» contra la violencia machista y a que «algún niño o niña alcance a disfrutar de la sonrisa de su madre».

Eva Pereira es más que una superviviente, es la protagonista de una historia «de cambio y transformación» que por encima de su discapacidad visual ha demostrado una «capacidad gigante de reconstrucción», apuntó García.

Fue su hija mayor quien le ayudó a dar el paso definitivo para dejar la casa donde convivía con su maltratador y salir con las dos niñas al centro de emergencia para mujeres víctimas de malos tratos de Burgos, para después ingresar en la casa de acogida de Fabero. «Un día en el colegio le señaló su ojo a la maestra y le dijo: mamá». El mensaje se entendió inmediatamente y el centro escolar puso el caso en manos de los servicios sociales de la Diputación.

Por primera vez en mucho tiempo, Eva Pereira recibía ayuda del exterior. El silencio cómplice de su entorno y especialmente el de la familia de quien entonces era su marido aún le duele. «Yo no era nadie, sólo una extranjera que había tenido dos hijas con su hermano. Yo era la chacha y, perdón por la palabra, la puta de su hermano».

En el pueblo también gardaron silencio. «Encontré muchas personas pero nadie me dio la mano. Todos se metieron en su casa y en el hospital me discriminaron hasta lo último», apuntó poniendo por testigo a Itziar, la profesional que no sólo hizo su trabajo, enfatizó, sino que se portó con ella con humanidad.

Oyó decir cosas como «algo haría ella» para que la pegase. Ella no sólo se sentía culpable cuando le replicaba y él la pegaba otra vez. «Entonces decía para mis adentros: Eva, ¿por qué no te has callado?».

Durante algún tiempo, hasta que dio el paso para marcharse de casa, la trabajadora social fue su único alivio. «Esperaba cada día de la semana que ella llegase a casa y pudiéramos hablar», comentó. «Cuando vives con una persona así dejas de existir», como señala el libro.

Cuando dio el paso fue a por todas. Esa noche, en el centro de emergencias, «dormimos las tres juntas en una cama y mi hija me dijo: Mamá, tú nunca mientes, dijiste que conseguirías una casa para nosotras y es verdad». Eva Pereira, que ahora reside en el Bierzo y ya se ha independizado de la casa de acogida, ha tenido en la Once, y en sus profesionales, a unos nuevos aliados para rehacer la vida.

Aprendió a caminar con el bastón, a leer en braille y a manejarse con la informática. «Puedo cocinar y puedo hacer mi delicioso dulce de higo», señala en el libro. Y, sobre todo, «puedo educar a mis hijas».

«Todo esto lo has logrado gracias a tu reconstrucción», enfatizó Raquel García, una psicóloga berciana que trabaja en los programas de sensibilización de Adavas en centros escolares y conoció a Eva Pereira en un curso que impartió en la casa de acogida de Fabero.

Para los profesionales de la Once fue un caso excepcional. Eva Pereira, a pesar de estar casada durante doce años con un español, no tenía la nacionalidad española, lo que en principio era un obstáculo para su atención. Pero se salvaron todas las barreras y fue la rehabilitadora social y de movilidad, Esther Gallego, quien puso en contacto a Eva Pereira con el autor del libro, Francisco Javier Prada Fernández, también invidente, y su hijo. Xabier Prada intervino por teléfono desde La Laguna (Tenerife) y pidió que se cumpla la ley de Igualdad y de Violencia de Género para que los programas educativos no ignoren a las mujeres.

La biografía inacabada de Eva Pereira tiene final feliz y ella quiere compartirlo «no sólo con las mujeres maltratadas sino con muchas mujeres extranjeras que llegan engañadas» en busca de una oportunidad que se convierte en un infierno.

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