Sólo hay dos clases

Tiras la vista aquí y allá y los socialismos europeos andan touchés con turbulencias populistas a la puerta y tormentas propias en la salita. Los socialistas franceses se ven partidos en dos y los españoles se emperrarán en lo mismo... ma le socialisti italiani ¿che cosa fa?, ¿existen?...

La vieja seña de identidad socialista se fue desdibujando y hoy a sus urnas les entra afonía.

El socialismo luce más de siglo y medio de historia. Empezó en marxista, siguió leninista y comunista, se acotó después en socialista, se bautizó más tarde socialdemócrata semiliberal y a la postre petó una rosa roja en el puño para que pareciera de florista o violetera y no orgullo de clase y rabia de oprimido, que así nació... y tuvo que ir vistiendo lo suyo con más ropas, otras ropas... ¿tiempos mandan?...

El socialismo tiene una larga historia (e historias) y ya luce los típicos achaques de la edad: fatiga, pérdida de memoria, esclerosis de ideario y una manía cebolleta de recurrir siempre a la misma batalla: el haber sido la fuerza ideológica y política que más contribuyó al progreso social de la vieja Europa y medio mundo, algo fuera de duda o discusión. Pero aquella solidez cruje, hoy sus hijos o nietos son oriundos digitales y se van del redil tras el flautista de Hammelin si es preciso pidiéndose voz incendiaria con twiter y sin frenos y llevándose el voto a otra parte, a emergencias y amalgamas, a otro color, a más colores o, qué coños, al arco iris, portería ideal para que cualquiera pueda meter ahí su gol.

Asistimos al desconcierto. Santos Juliá, biógrafo de Azaña, asegura que el socialismo está viviendo las horas más bajas de su historia. Ignacio Camacho afirma, sin embargo, que Errejón acabará en el Psoe. Félix de Azúa dibuja la disolución del proletariado en la masa de consumidores. Y por doquier se oye que está superada la clasificación de izquierdas y derechas, vistos los parecidos inquietantes entre Trump, Chávez, Le Pen, Farage, Iglesias, Bildu... populismos les dicen... mientras, Sócrates saca su cita vieja, «Sólo hay dos clases de gente: los que quieren dinero y los que no saben lo que quieren».