Diario de León
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pEDRO TRAPIELLO
León

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Va ese pueblo perdiendo la última carne y hasta su ropa... gente fue lo primero que perdió, el médico dejó de estar allí en los 70, después cerraron el cuartel de los civiles, diez años depués la escuela y en cinco más voló el cartero, que ahora llega de lejos sin conocer a nadie... y ya cerró la última cuadra de las cincuenta que hubo un día... el camioneto de venta ambulante que venía dos veces por semana se acogió al convenio provincial «de pascuas a ramos»... ¿y el cura?... vive en la capital, viene el domingo, dice misa y se va.

Quedan treinta vecinos allí.

Pero la puntilla la han dado las monjas, las nueve monjitas ancianas que resistían en el convento del XVIII que hay a las afueras, porque anteayer han trasladado a todas a una residencia que tiene su orden en Valladolid y que una angelical novicia llama en broma «almacén de frutos secos»... han echado la tranca al portón del conventín, se cerró el cenobio de vida contemplativa que empezó con dueñas de buena dote, después monjas mendicantes y finalmente una rama reformada de esa orden que ocupó hasta hoy esta clausura llegando a tener sesenta reverendas hace apenas medio siglo.

Dicen fuentes eclesiásticas que ahora en España se está cerrando cada mes un convento de monjas. Hasta hace unos años se censaban más de ochocientos y está escrito el camino de extinción para no pocos. No hay recursos. No hay vocaciones. Y la estrategia de paliar los problemas trayendo novicias jóvenes de tierras sudamericanas, africanas o asiáticas ya no funciona... o bien se cansan de ser fregonas y cuidar ancianas o en realidad sólo vienen a pillar carta de residencia.

Lo peor es que, tras vaciarse de monjas ese convento, el pueblo perdió su última voz a los cuatro vientos, el sagrado latido que les daba la certeza de no estar muertos, toques del campanil desde maitines a vísperas que orientaban a la gente en sus idas y afanes. Esa mudez desasosiega a aquellas pocas almas, se palpan la camisa, Dios se largó con las monjas, les abandona... y lanzan un suspiro hondo, musita un rezo Ascensión... y Julián blasfema.

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