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La rica discreta fiel a Balenciaga

Parte de los diseños que el modisto español hizo para Raquel L. Mellon, una multimillonaria estadounidense, se exponen en el museo guipuzcoano de Guetaria.

Parte de la colección de vestidos y complementos que se exponen en el museo. JUAN HERRERO

Parte de la colección de vestidos y complementos que se exponen en el museo. JUAN HERRERO

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efe | san sebastián

Rachel L. Mellon fue una multimillonaria estadounidense, coleccionista de arte y filántropa. Desde que conoció a Cristóbal Balenciaga, vestía día y noche sus diseños, que legó al museo dedicado al modisto en Guetaria y parte de los cuales se exhiben ahora en una exposición en la localidad guipuzcoana.

La relación de Bunny Mellon con la casa Balenciaga de París se inició en 1956 y concluyó en 1968, cuando el maestro cerró su negocio y la acompañó a los talleres de Hubert de Givenchy para que éste tomara el relevo.

El modisto francés, presidente fundador de la Fundación Balenciaga, ha dirigido la organización de esta muestra, que, bajo el título Collecting Elegance. Rachel L. Mellon’s Legacy, permanecerá abierta hasta el 25 de enero de 2018.

Givenchy recorrió ayer las cinco salas en las que se exponen 97 piezas de indumentaria de las 660 que posee el museo de la señora Mellon, que en sus doce años de fidelidad al modisto vasco gastó en la casa Balenciaga 614.310 dólares.

La exactitud de las cifras tiene una explicación, y es que esta clienta guardó cada una de las facturas de los vestidos y complementos que adquirió en Balenciaga, algunas de las cuales están también expuestas junto a bocetos, correspondencia, fotografías y objetos personales, que fueron donados al museo a principios del pasado año por la Gerard Lambert Foundation.

Los vestidos llegaron al museo en 2014, unos meses después de la muerte de Mellon, nacida en 1910 y heredera de una considerable fortuna como nieta del inventor del Listerine e hija del presidente de Gillette.

Nacida como Rachel Lowe Lambert y casada en segundas nupcias con Paul Mellon, uno de los hombres más ricos del mundo, Bunny, como se la conocía, huyó siempre de los focos y se empleó en cultivar sus pasiones: el arte, del que atesoró una importantísima colección, y la jardinería, una actividad que desarrolló de forma autodidacta y en la que destacó por méritos propios.

Obtuvo, por ello, dos distinciones, la Croix D’Officier des Arts et des Letres por contribuir a la restauración del potager du Rois en Versalles, y el Conservation Service Award en 1966 por rediseñar el jardín Kennedy de la Casa Blanca.

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