Gere planta jardines para niños con cáncer

A. torices | madrid

Richard Gere revolucionó ayer el madrileño Hospital del Niño Jesús, la cuna de la pediatría en España. La llegada del actor, acompañado por su novia desde hace casi tres años, la española Alejandra Silva, trasformó los pasillos del añejo edificio, ubicado frente a El Retiro, en una imagen muy similar a la de los últimos kilómetros de una etapa de montaña del Tour. Cientos de doctoras, celadoras, enfermeras, auxiliares, administrativas, estudiantes en prácticas, madres y hermanas de pacientes, algunas de ellas todavía con la bata, el gorro y la mascarilla con las que acababan de salir del quirófano, aborrataban los corredores de entrada, teléfono en mano para inmortalizar el momento, hasta hacer casi imposible el paso de la comitiva, en la que también iba la dirección del centro, el consejero de sanidad, e incluso el Padre Angel.

La confluencia de los centenares de admiradoras con decenas de cámaras y periodistas les obligó a parar la visita antes de recorrer 30 metros, a ‘refugiarse’ unos minutos en una de las cafeterías y a desistir de acabar el recorrido público, durante el que iba a charlar con cinco niños con patologías oncológicas en el colegio hospitalario.

Nada de lo ocurrido hizo cambiar de talante a Gere. Igual de sencillo y natural que su atuendo, una camisa azul remangada y unos vaqueros, derrochó buen humor y espontaneidad. A sus 67 años demostró que es un seductor tanto en la pantalla como fuera. Su visita tenía como objetivo apadrinar junto a Silva un ambicioso proyecto para el que recauda fondos la Fundación Juegaterapia, que se dedica a hacer todo lo divertida y agradable que sea posible la estancia de niños con dolencias oncológicas. Les entrega de videojuegos, crea cines hospitalarios y jardines infantiles en las azoteas. Todo bajo el lema «la quimio, jugando, se pasa volando». El proyecto, denominado El Retiro invade el Niño Jesús, quiere transformar la tristeza de la entrada, plantas y zonas de hospitalización en un lugar de luz, color, vida y fantasía que ya no obligue a los pacientes a mirar con envidia y pena por las ventanas a los inmensos y vedados jardines de enfrente.