Diario de León

Aquellas leonesas de Ripoll

Más de un centenar de mujeres celebran en La Bañeza el experimento laboral y académico de la fábrica catalana de Ripoll Medio millar de leonesas trabajaron en la textil de Gerona y estudiaron el bachillerato .

jesús f. salvadores

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ana gaitero | la bañeza

Aquellas chicas de la Saphil son casi todas leonesas. De las tierras de La Bañeza, maragatas, paramesas, bercianas... Aquellas noias de Ripoll son leonesas. Cerca de medio millar de muchachas que con 14 o 15 años se subieron a un tren y se apearon mil kilómetros después en tierras catalanas.

Iban «con la maleta ligera de ropa, pero llena de sueños». Las chicas de la Saphil fprotagonizaron un experimento único en España. Trabajaban en una fábrica de hilaturas mientras estudiaban el Bachillerato. En 1967 se graduó en Ripoll (Gerona) la primera promoción que ayer celebró sus 50 años en un encuentro en La Bañeza.

Ayer se reencontraron con aquella familia que formaron en la distancia de su tierra y en plena adolescencia. Su jornada empezaba a las seis de la mañana. Luego se pasaban nueve horas poniendo tubos, sacando husadas, anudando hilos que se rompían en las máquinas...

Fueron la mano de obra para producir kilómetros y kilómetros de hilados con los que se hacían paños y tejidos para confeccionar la ropa de los años 60, 70 y 80. Años alegres, pero duros para aquellas niñas obreras que no dudaron en aprovechar la oportunidad que se les presentó en Ripoll.

Años en los que compartieron «tareas laborales, estudios, alegrías, penas... pero sobre todo (compartíamos) el deseo unánime de abrirnos camino en la vida», como señaló Maribel Ramos ayer en el Teatro Municipal de La Bañeza.

Cerca de 130 mujeres se dieron cita en la ciudad bañezana para recordar aquel tiempo de juventud y aprendizaje. Y su arraigo a la tierra leonesa, a la que muchas regresaron ya adultas. Otras se quedaron en Cataluña o emigraron a otras ciudades. Barcelona, Gerona, Sitges... Ayer se juntaron en La Bañeza todos los recuerdos en forma de abrazos y sonrisas.

Ni un percance en la pierna impidió a una de aquellas chicas de la Saphil que salió de Langre junto a otras dos vecinas: «Es mi familia», afirmó. Opinión que comparte Flor Matilla, de Astorga, para quien la experiencia de la fábrica-internado de Ripoll supuso una liberación vital.

La primera promoción entró en la fábrica-escuela en 1963 y terminó en 1967. Salieron con el bachillerato y siguieron su camino. Unas fueron a la universidad, otras opositaron o buscaron empleo en empresas de las zonas industriales del país. «Aprendimos todas juntas lo importante que es luchar», dijo en verso Maribel Ramos con el poema ‘Se hace camino al andar’ que escribió para la efeméride. «En el pueblo, o ibas a la remolacha o te metías monja. Saphil nos abrió el mundo», señalan algunas mujeres.

En los años del desarrollismo hacía falta mano de obra en las textiles que iban viento en popa. Hace diez años, las mujeres celebraron un encuentro en Ripoll. La fábrica está cerrada, aunque pudieron pasear por la nave en la que estaban instaladas las máquinas en las que se hacían las hilaturas. El internado estaba gestionado por misioneras seglares. Las chicas colaboraban en las tareas domésticas y estaban sometidas a una disciplina férrea. Cualquier desviación era sancionada o incluso podía ser motivo de expulsión.

También disfrutaron. Recuerdan los viajes de fin de curso a Italia, algo impensable para chicas de pueblo de aquellos años. Maribel Ramos, de Villamediana de la Vega, recuerda que la examinaron en el Ayuntamiento. «Creo que también se fijaban si teníamos las manos ágiles». Tenían que medir 1,50 metros. «Yo medía 1,48 así que mi padre me decía: Estírate», recuerda. Los tiempos han cambiado. Ahora es ilegal trabajar con 14 años.

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