Diario de León
Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Marinada en sal de lágrimas y agua parada, la memoria pantanera de estas tierras está incorrupta, dolida y perpetuada.

Pero no fue desde esa memoria viva de donde me vino el coscorrón cordial o el exabrupto hostil por defender aquí la imperiosa necesidad de construir «a topa priesa» y presa embalses de cabecera en cada río que garanticen su caudal ecológico y, a la vez, ayuden a aplacar esta sed creciente en el gañote o en el surco y refrescar los soplos en la nuca que con soplete nos está dando el desierto terco y estéril, ese que ya está logrando empadronar aquí cada año sustos que desconocíamos y nuevos récords, o sea, evidencias.

Paradójicamente, ninguna de las críticas me vino de las víctimas, de la tantísima gente expulsada por vía decretal de sus casas, su vida, su valle y tan mal pagado su exilio forzado... y eso que tengo víctimas directas en la familia... también es verdad que faltan muchos de los que tuvieron que abandonar su pueblo arrojados a la ventura, pero en la salita de su casa y en el rescoldo de los suyos colgarán siempre los retratos indelebles de la nostalgia, la fechoría y el origen que ya no conocería la segunda generación de estos expatriados.

Tampoco vinieron críticas de la gente montañesa (los pantanos siempre piden montaña), especialmente de aquellos que vivieron la amenaza de un embalse o aún no se la espantan de encima, como los proyectados en su día para los ríos Omaña, Eria, Beberino... algún otro en el Torío... y otros cinco que se estudiaron en serio.

La oposición a los embalses no viene del campo, es de calibre urbano, la antipantanitis tiene algo de religión que sólo puede abrir parroquias en las ciudades porque es donde está la feligresía con sensibilidades medioambientalistas o anticapitalistas o naturalistas o simplemente líricas y leídas... disponen de un argumento sólido, aunque suele quedarse en el único: a cualquiera le espeluznaría ver su vida y su casa sepultadas bajo un lago de agua gélida tras ser expulsado furiosamente de su paraíso... ¿paraíso?... ¿y a cuántos irá expulsando de sus pueblos y sus vidas este desierto que ya nos sopla?...

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